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ORGANIZACIÓN MUNDIAL
DEL COMERCIO

WT/DS18/RW
18 de febrero de 2000

(00-0542)
  Original: inglés

AUSTRALIA MEDIDAS QUE AFECTAN A LA IMPORTACI�N DE SALM�N
RECURSO AL P�RRAFO 5 DEL ART�CULO 21 POR EL CANAD�




INFORME DEL GRUPO ESPECIAL

(Continuaci�n)



ANEXO 1

Transcripci�n de la reuni�n conjunta con expertos,
celebrada el 8 de diciembre de 1999

Presidente

1. Deseo dar la bienvenida a las partes y los expertos cient�ficos a esta reuni�n. Mi nombre es Michael Cartland y soy el Presidente del Grupo Especial. Los otros dos miembros son la Sra. Claudia Orozco, de la Misi�n Permanente de Colombia, y el Sr. Kari Bergholm, que perteneci� al Ministerio de Relaciones Exteriores finland�s. La secretaria del Grupo Especial es Gretchen Stanton, ayudada por Christiane Wolff. El Grupo Especial tambi�n cuenta con la asistencia de Jeffrey Gertler y Joost Pauwelyn, de la Divisi�n de Asuntos Jur�dicos. Los expertos que asesoran al Grupo Especial son el Dr. Br�ckner, el Dr. McVicar y la Dra. Wooldridge.

2. Perm�tanme comenzar inform�ndoles de que esta reuni�n se est� grabando. Por consiguiente, les ruego que cuando tomen la palabra no se olviden de encender el micr�fono apretando el bot�n verde. En el micr�fono se ve una luz roja cuando est� encendido. Otro ruego igualmente importante es que apaguen el micr�fono cuando hayan terminado de hablar; en este sistema s�lo pueda haber uno encendido en cada momento.

3. Ahora invito a las partes a que presenten sus delegaciones, �comenzando con el Canad�? (v�anse las listas adjuntas).

4. El objeto de la presente reuni�n es permitir a los expertos ampliar lo expuesto en sus respuestas por escrito a las preguntas del Grupo Especial, destacando los puntos principales, y permitir un intercambio exhaustivo de opiniones entre los expertos, las partes y el Grupo Especial.

5. Deseo aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a los expertos por haber aceptado actuar como asesores del Grupo Especial y por haber respondido en un plazo tan breve a las preguntas de �ste. Como ustedes saben, nos encontramos con limitaciones de tiempo y debemos preparar informes con cierto retraso, y esto crea una presi�n considerable no s�lo sobre nosotros, sino tambi�n sobre ustedes.

6. Para su informaci�n, deseo indicar que despu�s de la reuni�n de hoy y de las de ma�ana y el viernes con las partes y con las terceras partes en la diferencia, el Grupo Especial debe proceder a preparar su informe. En la primera parte de �ste se resumen los datos y argumentos presentados en este caso y se facilitar� a las partes para que formulen sus observaciones. Un elemento de esta primera parte del informe ser� una compilaci�n de las respuestas por escrito de los expertos a las preguntas del Grupo Especial. Tendr�n la oportunidad de introducir cualquier correcci�n que consideren necesaria en este resumen de sus respuestas. Posteriormente, el Grupo Especial debe distribuir su informe final a las partes. El Grupo Especial tiene intenci�n de incorporar una transcripci�n de la reuni�n de hoy como anexo del informe final.

7. Deseo subrayar que las actas de este Grupo Especial son confidenciales. Todo lo que se dice en esta sala est� sujeto a las normas de la OMC en materia de soluci�n de diferencias y a los procedimientos de trabajo del Grupo Especial. As� pues, todo es confidencial a menos que las partes permitan su publicaci�n. Cuando el Grupo Especial ha concluido su trabajo y se distribuye el informe final a todos los Miembros de la OMC, normalmente se considera que el informe es un documento p�blico, incluido el resumen de sus respuestas a las preguntas del Grupo Especial y la transcripci�n de esta reuni�n. Esperamos que el informe final se distribuya a comienzos de febrero de 2000.

8. Con respecto a la confidencialidad, hay que se�alar tambi�n que el 23 de noviembre de 1999 Australia present� informaci�n que clasific� como confidencial en virtud de lo dispuesto en la regla 19 de nuestros Procedimientos de trabajo. Esta informaci�n fue suministrada a Australia por evaluadores cient�ficos del An�lisis del riesgo de las importaciones de 1999 y constituye la denominada lista C, "Documentos del proceso de examen cient�fico continuo presentados al Senado para su consulta". De conformidad con lo dispuesto en la regla 19, esta informaci�n:

"no se har� p�blica en el informe del Grupo Especial � No obstante, el Grupo Especial podr� exponer conclusiones extra�das de esa informaci�n sin hacer referencia al autor de la misma".

As� pues, las partes y los expertos podr�n referirse a esta informaci�n. Sin embargo, en nuestro informe, con inclusi�n de la transcripci�n de la presente reuni�n, no se revelar� dicha informaci�n. T�ngase en cuenta tambi�n que, en cumplimiento de la regla 20:

"Despu�s de la distribuci�n del informe del Grupo Especial, o, en caso de apelaci�n, despu�s de la distribuci�n del informe del �rgano de Apelaci�n, el Grupo Especial, el personal de la Secretar�a, las partes y los terceros devolver�n a la parte que haya presentado la informaci�n a la que dicha parte haya atribuido car�cter confidencial, a no ser que �sta convenga en lo contrario."

Esta obligaci�n de devolver la informaci�n de la lista C, designada por Australia como confidencial, tambi�n es aplicable a los expertos.

9. En esta reuni�n, el Grupo Especial tiene previsto proceder como sigue:

En primer lugar conceder� la palabra a los expertos, uno por uno, para que formulen cualquier observaci�n introductoria de car�cter general que consideren apropiada. No es necesario que repitan lo que figura en sus respuestas por escrito, pero les invito a exponer sus puntos principales, los sectores en los que vean que est�n las cuestiones m�s importantes y los puntos conflictivos. Si desean hacer observaciones sobre cualquier punto planteado por otro experto o por las partes en sus r�plicas, pueden hacerlo libremente. Tambi�n se ruega que expliquen si alguna comunicaci�n que hayan recibido despu�s de dar sus respuestas por escrito les ha hecho cambiar de opini�n, o aclarado ciertas dudas que hayan expresado en sus respuestas por escrito.

10. Luego les pedir� que respondan a las nuevas preguntas que han recibido al entrar en la sala. Recorreremos las preguntas formuladas a los expertos una por una. (Las partes habr�n de responder a estas preguntas el viernes.)

11. Una vez concluida esta parte, el Canad� tendr� la oportunidad de plantear nuevas preguntas y formular observaciones sobre las opiniones de los expertos, y �stos podr�n responder inmediatamente. En el caso de que Australia desee plantear alguna cuesti�n complementaria directamente relacionada con las formuladas por el Canad�, tendr� la oportunidad de hacerlo.

12. Despu�s de las respuestas de los expertos, Australia tendr� a su vez la oportunidad de plantear cualquier nueva cuesti�n y formular observaciones sobre las opiniones de los expertos, y se permitir� al Canad� intervenir en la medida en que tenga alguna cuesti�n complementaria que plantear con una relaci�n directa.

13. Deseo se�alar que los expertos podr�n responder a cada pregunta cuando se plantee. Sin embargo, esta reuni�n no tiene por objeto conocer nuevas pruebas que las partes no hayan presentado anteriormente. Asimismo, no tenemos previstas declaraciones formales de las partes. Los nuevos argumentos de las partes se escuchar�n el viernes.

14. Con posterioridad a las intervenciones de las partes, el Grupo Especial tal vez desee plantear alguna nueva cuesti�n o solicitar alguna aclaraci�n adicional. Por �ltimo, dar� a los expertos la oportunidad de tomar de nuevo la palabra individualmente para cualquier declaraci�n final que deseen realizar, de manera que puedan poner de relieve las opiniones y conclusiones que consideren m�s importantes.

15. El �ltimo punto es pedirles, a los expertos y las partes, que traten de ir al grano en sus respuestas, evitando repeticiones prolongadas de lo que ya se haya expuesto por escrito.

16. Tras esta introducci�n, deseo invitar en primer lugar a todos los participantes a presentarse. Luego propongo que comencemos con las observaciones iniciales de los expertos: Dr. Br�ckner, Dr. McVicar y Dra. Wooldridge, por este orden.

Dr. Br�ckner

17. Tal como nos ha pedido, no repetir� las respuestas ya dadas, pero he preparado una breve declaraci�n como resumen que podr�a exponer. Creo que es necesario explicar los fundamentos de las observaciones formuladas y la base de la que se derivan. Se trata solamente de un panorama general, sin entrar en cuestiones espec�ficas, para tratar de explicar por qu� se dieron esas respuestas.

18. En mi opini�n, el an�lisis del riesgo de las importaciones se realiza con una finalidad primordial, que es permitir a la administraci�n veterinaria del pa�s importador adoptar decisiones claras de "s�" o "no", para permitir o rechazar las importaciones. Si la respuesta es "s�", el an�lisis del riesgo de las importaciones debe poder orientar tambi�n al administrador sobre las pr�cticas de gesti�n del riesgo que han de aplicarse y permitir que las medidas sanitarias y fitosanitarias aten�en el riesgo asociado con el producto importado. En mi opini�n, y tal como se explica en las respuestas a las preguntas Nos 1 y 2 planteadas a los asesores expertos, con independencia de que se haya realizado una evaluaci�n cuantitativa o cualitativa, el aspecto fundamental con respecto al producto que ha de importarse est� en las posibles consecuencias en caso de radicaci�n o propagaci�n de una enfermedad. Esto, a su vez, sirve de orientaci�n para la decisi�n sobre las pr�cticas de gesti�n del riesgo y las medidas sanitarias y fitosanitarias que han de aplicarse. Tambi�n es una pr�ctica com�n en el comercio internacional que la atenuaci�n del riesgo est� a cargo tanto del pa�s exportador como del importador, pero con un equilibrio que no suponga una restricci�n para el comercio.

19. La metodolog�a aplicada en el IRA de 1999 sigue una v�a estructural, en mi opini�n, de razonamiento y evaluaci�n de conformidad con las directrices internacionales aceptadas y recomendadas para una evaluaci�n cualitativa del riesgo. Opino que consigue explicar las posibles consecuencias y establecer las relaciones l�gicas entre la gesti�n del riesgo y las medidas sanitarias y fitosanitarias decididas al respecto y el peligro anterior y los criterios de identificaci�n y evaluaci�n del riesgo. Estimo que es aceptable y justificable desde el punto de vista cient�fico, por ejemplo, no caer en la trampa de aceptar la homogeneidad sino evaluar las consecuencias de cada enfermedad por separado y a partir de esa deducci�n decidir las medidas que han de aplicarse. Tampoco hay que dar por descontado que si para una enfermedad particular la probabilidad de radicaci�n -es decir, la evaluaci�n de la aparici�n del riesgo m�s la evaluaci�n de la exposici�n- se valora como "baja", pero la evaluaci�n de las consecuencias es "moderada" o "alta", el administrador no deba plantearse la aplicaci�n de medidas de atenuaci�n del riesgo. Un ejemplo es la forunculosis, en la que hay una diferencia en los factores de evaluaci�n con respecto al salm�n del Pac�fico capturado en el oc�ano y otros salmones. Otro ejemplo es el fundamento para los factores de evaluaci�n del riesgo que se dan para el virus de la NHI. Este razonamiento constituye la base de la evaluaci�n del riesgo a partir de las enfermedades seguida por Australia. Australia ha reconocido para cada ejemplo este hecho, adoptando disposiciones al respecto en las prescripciones de certificaci�n sanitaria, es decir, no exigiendo la misma certificaci�n para A. salmonicida con respecto a los salm�nidos capturados en el oc�ano que para otros salm�nidos, y tambi�n con respecto a las prescripciones de certificaci�n para la AIS, s�lo para los salm�nidos del Atl�ntico. Tambi�n se reconoce el hecho de que cuando, por ejemplo, un pa�s exportador puede presentar una verificaci�n cient�fica de la ausencia de enfermedades, se evaluar� caso por caso o aparecer� ya plasmada en las prescripciones de importaci�n para un determinado pa�s. Un ejemplo es la aceptaci�n de la situaci�n m�s favorable de Nueva Zelandia en cuanto a las enfermedades.

20. Al entregar las preguntas al grupo de expertos, se record� a �ste m�s de una vez que formulara observaciones, pero teniendo en cuenta el "informe de 1999 en general". Me pareci� que esta petici�n era un recordatorio de que no deb�amos concentrarnos en aspectos espec�ficos relativos a enfermedades concretas, sino opinar sobre el IRA como una evaluaci�n total y no perder de vista la tendencia general a lo largo de todo el informe a verificar las medidas sanitarias y fitosanitarias decididas en �ltimo t�rmino para los tres productos de que se trataba. La otra alternativa habr�a sido insistir en las evaluaciones cuantitativas de enfermedades cuando existieran datos suficientes, una evaluaci�n cualitativa cuando no se dispusiera de tales datos y al final presentar un conjunto distinto de medidas sanitarias y fitosanitarias para cada enfermedad reflejado en conjuntos diferentes de certificaciones sanitarias. Este criterio estar�a en contradicci�n con el Acuerdo MSF y dar�a lugar a un m�todo de gesti�n del riesgo que ser�a imposible manejar, tanto desde el punto de vista log�stico como del administrativo.

21. En conclusi�n, mi planteamiento al responder a las preguntas se bas� en esto, teniendo tambi�n presente el marco en el cual se realiz� la evaluaci�n, es decir, excluyendo las enfermedades end�micas y concentr�ndome en las enfermedades ex�ticas para Australia. Desde el punto de vista administrativo veterinario, es tambi�n esencial prestar atenci�n a los fundamentos para abordar la gesti�n del riesgo, es decir, a los resultados de la evaluaci�n de la aparici�n del riesgo y de la exposici�n, as� como a las consecuencias de la radicaci�n o propagaci�n de una enfermedad ex�tica. Por este motivo, en mi opini�n est� justificado desde el punto de vista cient�fico que las medidas sanitarias y fitosanitarias que se decidan en �ltimo t�rmino vayan m�s all� de la prescripci�n m�nima de evisceraci�n propuesta en el C�digo de la OIE a fin de alcanzar el nivel adecuado de protecci�n de Australia. La �nica excepci�n, como he se�alado en mis respuestas, es que no he conseguido ver justificaci�n cient�fica para las prescripciones con piel/sin piel en los productos "listos para el consumo". He le�do otra documentaci�n que se present� cuando ya hab�amos respondido a las preguntas, pero no creo que necesitemos entrar en detalles sobre esto. Con esto concluyo mis impresiones generales.

Dr. McVicar

22. Agradezco al Grupo Especial la invitaci�n a participar en esta labor. Las cuestiones planteadas me han parecido muy complejas y, por consiguiente, muy dif�ciles. Despu�s de trabajar en el sector de la ictiopatolog�a durante 30 a�os, tanto en investigaci�n primaria como, en particular durante los 15 �ltimos a�os, en el uso de reglamentaci�n de lucha contra las enfermedades de los peces, soy plenamente consciente de las dificultades que se encuentran para dar una respuesta definitiva a muchas de las cuestiones centrales que acompa�an al proceso de adopci�n de decisiones. Espero poder ayudar al Grupo Especial a aclarar los puntos que he planteado antes en mis respuestas por escrito y seguir siendo de ayuda hoy en otras materias en las que soy experto.

23. El Grupo Especial debe tener presente que he intervenido directamente en aspectos anteriores del tema espec�fico objeto de examen. He actuado como asesor del Servicio de Cuarentena e Inspecci�n durante la compilaci�n de la evaluaci�n del riesgo de 1999 sobre productos de salm�nidos y de otras especies y sobre los peces ornamentales. Se�al� a la atenci�n de la OMC esto antes de aceptar el Acuerdo de Servicios Especiales y se me indic� que no hab�a ninguna objeci�n. Tambi�n he colaborado estrechamente con cient�ficos y personas encargadas de establecer normas del Canad� durante los �ltimos a�os. No creo que esta participaci�n anterior influya de ninguna manera en mi imparcialidad al responder a las preguntas planteadas por el Grupo Especial, puesto que mi funci�n con el an�lisis del riesgo de las importaciones y con los cient�ficos canadienses se refiri� exclusivamente a asuntos t�cnicos y cient�ficos y no a ning�n aspecto normativo. Conozco bien a ambas partes y respeto sus opiniones y sus conocimientos cient�ficos, por lo que lamento que no se haya conseguido un acuerdo bilateral antes de plantearse la controversia.

24. Me parece que una de las principales diferencias en esta controversia es la medida en que deben utilizarse datos cuantitativos en los procesos de adopci�n de decisiones. Desde el mismo comienzo deseo dejar claro que no soy especialista en evaluaci�n del riesgo o creador de modelos te�ricos de enfermedades de los peces. Mi formaci�n es la de cient�fico pr�ctico en la esfera ictiosanitaria. Mi intervenci�n en el an�lisis del riesgo en este sentido se ha producido mediante investigaci�n y estudios epidemiol�gicos, considerando el origen y la propagaci�n de una amplia variedad de enfermedades en peces tanto en libertad como de criadero, por ejemplo la enfermedad del p�ncreas, la SHV y la AIS, y particularmente en el diagn�stico y la lucha contra las enfermedades de los peces de criadero, y en segundo lugar en la elaboraci�n y modificaci�n de reglamentos para la lucha contra las enfermedades de los peces tanto en el Reino Unido como en la Uni�n Europea.

25. A lo largo de mi carrera he tenido que hacer frente a situaciones de la vida real en las que la experiencia pr�ctica, incluso las consecuencias de medidas particulares, se han puesto de manifiesto y se han dejado sentir posteriormente. Siempre que ha sido posible, mi criterio en relaci�n con las preguntas planteadas por el Grupo Especial ha consistido en intentar situar mis respuestas en situaciones de la vida real, tanto cuando tengo experiencia personal como cuando hay datos s�lidos en la bibliograf�a cient�fica sobre ictiopatolog�a. No es mi intenci�n examinar mis respuestas por escrito, sino que me limitar� a exponer lo que considero que son las principales cuestiones en las que sigue habiendo desacuerdo entre los dos partes y en las que se ha indicado que persiste la incertidumbre.

26. En el pasado, muchas de las decisiones y las pr�cticas y pol�ticas en relaci�n con la prevenci�n y lucha contra las enfermedades de los peces se han adoptado con datos de apoyo num�ricos por desgracia incompletos, y ha sido necesario conceder una importancia considerable a las experiencias anteriores sobre el comportamiento de una enfermedad en circunstancias particulares. Sin embargo, aunque no se han reconocido formalmente como tales, todos los principales componentes de la evaluaci�n formal del riesgo han constituido desde hace tiempo la base de aspectos importantes tanto de la aplicaci�n de controles ictiosanitarios pr�cticos como de la formulaci�n y utilizaci�n de legislaci�n en este sector. Hay una base de datos que va aumentando progresivamente para las enfermedades m�s importantes y, cuando se consigue disponer de datos apropiados, por ejemplo la supervivencia de un pat�geno en condiciones particulares, �stos se est�n utilizando y ocupan ya o pueden llegar a ocupar un puesto central a la hora de tomar decisiones.

27. En esta declaraci�n introductoria, hay tres aspectos sobre los cuales deseo hacer observaciones concretas. Se trata de si considero que hay limitaciones pr�cticas sobre el an�lisis del riesgo cuantitativo y cualitativo; alguna referencia a las medidas apropiadas que se est�n utilizando para reducir el riesgo; y los agentes pat�genos y sus variantes incluidos en los procedimientos de evaluaci�n del riesgo. Todas mis observaciones se refieren a sectores de incertidumbre en la ciencia y en los que soy partidario de actuar con cautela a la hora de hacer interpretaciones cuando pueden utilizarse los datos en la adopci�n de decisiones.

28. En primer lugar, las limitaciones. Son importantes los peligros que se derivan de intentar simplificar excesivamente los factores de riesgo en las pautas de las enfermedades de los peces. Naturalmente, lo ideal es tener pruebas directas procedentes de situaciones reales en las que puede medirse el verdadero riesgo de enfermedad de manera totalmente cuantificada. Por desgracia, la mayor�a de los datos ictiopatol�gicos cuantitativos proceden de estudios de acuario o de laboratorio. Los peligros asociados con el uso de tales datos como base para la evaluaci�n del riesgo se ilustran en la facilidad con que es posible eliminar las barreras naturales de la susceptibilidad del portador en condiciones experimentales. Esto se pone de manifiesto en la reglamentaci�n internacional cuando no pueden utilizarse estudios experimentales como prueba de la susceptibilidad del portador. De manera an�loga, los datos sobre la supervivencia de los pat�genos citados en la bibliograf�a cient�fica normalmente no est�n definidos y con frecuencia se refieren a un m�ximo encontrado en condiciones experimentales particulares, o incluso simplemente se indica lo que dur� el experimento antes de su conclusi�n.

29. El segundo punto que deseo plantear en relaci�n con esto es que suele ocurrir que haya una serie compleja de componentes interactivos del medio bi�tico y abi�tico que son factores determinantes que pueden contribuir a la radicaci�n, gravedad y persistencia de las enfermedades en los peces. En realidad he participado en tales estudios detallados con enfermedades de peces en libertad y mi propio trabajo confirma lo que digo. Debido a esto, y como consecuencia de mi experiencia pr�ctica en relaci�n con la prevenci�n y la lucha contra las enfermedades de los peces, tengo cierto grado de reserva acerca de la aplicaci�n directa de sistemas de modelos matem�ticos para evaluar el riesgo en el sector de la ictiopatolog�a. Mi opini�n es que, a menos que los modelos est�n basados con seguridad en datos comprobados sobre el terreno, existe un peligro grave de que las hip�tesis que se plantean puedan llevar a conclusiones muy err�neas. Esto no quiere decir que considere que no se puede recurrir a la creaci�n de modelos de evaluaci�n del riesgo, particularmente como medio para indicar cu�ndo se requieren m�s datos para permitirnos pasar de una evaluaci�n cualitativa a otra m�s cuantitativa, lo cual pienso que debe ser siempre nuestro objetivo. Siguiendo en este sentido, no cabe duda de que la ausencia de la aparici�n de una manifestaci�n tras la utilizaci�n prolongada de una cierta pr�ctica, como la importaci�n de un producto, tiene una importancia considerable, como he indicado en mi respuesta por escrito. Sin embargo, tambi�n en esto es necesario actuar con cierta cautela, y hay dos puntos de inter�s que deseo se�alar aqu�, aunque probablemente est� repitiendo en cierto modo lo que ya dije en mi respuesta por escrito. La percepci�n del riesgo cambia inmediatamente con la primera aparici�n de una enfermedad asociada con una manifestaci�n importante. Los cient�ficos buscan con excesiva frecuencia explicaciones para un hecho que no se hab�a predicho, y esto es muy aplicable a la ictiopatolog�a. El segundo punto que deseo se�alar es que, para que una evaluaci�n del riesgo siga siendo buena, las condiciones que condujeron a la aparici�n o la no aparici�n de un hecho deben ser las mismas. Por ejemplo, el hecho de que no haya aparecido septicemia hemorr�gica viral como consecuencia de la introducci�n como cebo de arenques que puedan estar infectados es importante, pero puede tener escaso inter�s para el uso del mismo producto en otras circunstancias, como el caso extremo de utilizarlo como fuente de alimentos en las granjas de salm�nidos en las que el riesgo puede considerarse que es bastante elevado.

30. Paso ahora a mi segundo punto, el riesgo de las medidas de reducci�n. Tambi�n en este caso hay varios aspectos en los que es necesario actuar con cautela. Es cierto que no ha habido estudios amplios o sistem�ticos realizados en situaciones pr�cticas sobre las consecuencias reales de cada una de las medidas que est� introduciendo Australia para reducir el riesgo efectivo. Las pruebas de laboratorio pueden demostrar que algunos virus, como el de la AIS, pueden sobrevivir durante per�odos excepcionalmente largos, muchos meses, en agua marina est�ril, pero la experiencia pr�ctica indica que la supervivencia sobre el terreno puede ser muy breve, en la pr�ctica s�lo de unos d�as. En este caso se plantea el dilema de qu� cifra se debe introducir en el an�lisis del riesgo. Elegir�a el lado pr�ctico. Tambi�n es evidente que una reducci�n de la concentraci�n de pat�genos viables en un producto como consecuencia de una medida introducida no llevar� necesariamente al mismo nivel exacto de reducci�n del riesgo final de exposici�n a la radicaci�n de la enfermedad asociado con el producto. Asimismo, en la evaluaci�n del riesgo de exposici�n y radicaci�n, no siempre es posible establecer una comparaci�n directa entre los controles que pueden ser necesarios para las distintas enfermedades; el Dr. Br�ckner ya se ha referido a esto. En las caracter�sticas biol�gicas hay muchas variaciones que es necesario tratar por separado. Parece evidente que estos problemas en las interpretaciones de los datos disponibles en la actualidad sobre la aparici�n de una infecci�n en el producto y la posibilidad de supervivencia y transmisi�n de pat�genos importantes son el punto crucial de la controversia en este caso. Ciertamente es necesario abordar todo este sector lo antes posible y obtener datos cuantitativos. Mientras no se disponga de dicha informaci�n, hay que formular hip�tesis amplias tanto sobre la necesidad como sobre la eficacia de cualquier medida que se introduzca. Parece inevitable que se mantengan las diferencias de opini�n mientras no se disponga de datos m�s precisos.

31. Pasando muy brevemente a los agentes pat�genos, hay dos aspectos aqu� sobre los que creo que merece la pena que comente algo, a saber, qu� enfermedades se han especificado, y en segundo lugar c�mo abordar las diferencias en los "tipos" de una enfermedad con un mismo nombre. La evaluaci�n del riesgo y los procedimientos que pueden utilizarse para reducir estos riesgos a un nivel apropiado requieren la identificaci�n de peligros espec�ficos asociados con un producto particular, y por lo que puedo ver esto figura en el Acuerdo MSF. Para cada producto objeto del presente debate, me parece que s�lo tiene inter�s la manera en que se utilizan los controles para esas enfermedades espec�ficas en el producto de la misma especie de peces o las mismas enfermedades en otros productos, por ejemplo otros salm�nidos, peces distintos de los salm�nidos y peces ornamentales, acerca de los que estamos hablando aqu�. El hecho de que un pa�s elija aplicar a otras enfermedades no especificadas, por ejemplo de los productos de peces capturados, controles menos r�gidos que los utilizados en las sardinas o con enfermedades aut�ctonas que tienen una distribuci�n restrictiva, me parece que tiene escasa importancia para el debate sobre los salm�nidos. Puedo hacer observaciones an�logas en el an�lisis del riesgo con respecto a los peces ornamentales y a los peces marinos en libertad. Cada producto y cada enfermedad requieren una evaluaci�n independiente. Posiblemente me falte algo aqu�, pero si se considera esto en el contexto de la posibilidad de aparici�n de enfermedades en el futuro, espero que vean la perspectiva desde la que hablo.

32. Es motivo de preocupaci�n cient�fica el hecho de que constantemente se est�n encontrando nuevas condiciones patol�gicas importantes y que las organizaciones internacionales como la OIE tengan que evaluar de nuevo constantemente sus listas de enfermedades de declaraci�n obligatoria y otras enfermedades importantes. Al hacerlo abren el camino a la justificaci�n de la posible imposici�n de controles comerciales que no exist�an antes. Por consiguiente, es inevitable que haya un riesgo considerable de que estas enfermedades se hayan transferido ya con productos comercializados antes de aplicar los controles.

33. Es cada vez mayor el debate acerca de la medida en que debe aplicarse un criterio de cautela, con organizaciones como la NASCO (Organizaci�n para la Conservaci�n del Salm�n en el Atl�ntico Norte) que defienden que se tenga cuidado para evitar una reducci�n al denominador com�n m�nimo. Sin embargo, en mi opini�n no deben imponerse al comercio restricciones basadas en riesgos desconocidos no especificados como medida de cautela. Esto es particularmente pertinente para el debate sobre los peces no eviscerados que se utilizan para alimentar a los atunes, porque los peces frescos enteros representan un riesgo derivado de diversas enfermedades conocidas y probablemente de muchas desconocidas. Sin embargo, a menos que se especifique que �stas son motivo de preocupaci�n para Australia una vez realizada la evaluaci�n del riesgo apropiada, parece que no tienen importancia para este debate. Tambi�n es cierto que, a medida que avanzan con rapidez los conocimientos ictiopatol�gicos, se debe incorporar constantemente cualquier nueva informaci�n a los procesos de adopci�n de decisiones y evaluaci�n del riesgo. Por consiguiente, casi no es necesario decir que el hecho de que un riesgo se haya evaluado a un nivel particular alg�n tiempo antes puede tener escaso inter�s para los niveles actuales de riesgo que se est�n evaluando ahora.

34. Por �ltimo, deseo hacer un par de observaciones sobre las variantes de la misma enfermedad. Como acabo de indicar, el conocimiento de estas enfermedades es un sector en r�pida evoluci�n, aunque todav�a hay muchas deficiencias evidentes. En relaci�n con el presente debate, tiene particular inter�s la capacidad para diferenciar las enfermedades motivo de preocupaci�n de otros microorganismos estrechamente relacionados con ellas. En la actualidad hay una gradaci�n de conocimientos manifiestos para las distintas enfermedades. Citar� algunos ejemplos. A partir de agentes bacterianos bien estudiados, como Aeromonas salmonicida, se conoce bien la diferenciaci�n de tipos, por ejemplo entre t�picos y at�picos, esto se reconoce en la legislaci�n. Asimismo, los virus de los peces tambi�n muestran variaciones considerables. El virus de la necrosis pancre�tica infecciosa tambi�n tiene inter�s para este debate. Es bien conocido que hay varios serotipos distintos de este virus bien estudiado, cada uno con distintas caracter�sticas portador-pat�geno. Sin embargo, solamente se diferencian mediante reglamentaci�n algunos de los acuavirnavirus. Hay ahora cada vez m�s pruebas de que para otros virus de los peces los m�todos de diagn�stico presentes reconocidos internacionalmente no permiten distinguir entre distintos "subtipos". �stos pueden mostrar caracter�sticas biol�gicas notablemente diferentes, como la patogenicidad. Por ejemplo, con el nivel actual de conocimientos no es posible separar la "septicemia hemorr�gica viral cl�sica de los salm�nidos" de una gama posiblemente amplia de rabdovirus marinos, y �stos se encuentran en varias especies distintas de peces portadores. Para tratar de solucionar este problema, se est�n realizando ahora importantes estudios de investigaci�n, a fin de perfeccionar posteriormente los m�todos de diagn�stico. Est�n comenzando a surgir dificultades an�logas con otras enfermedades y otros virus, como el de la AIS.

35. Me pregunto de qu� manera pueden encuadrarse estas dificultades en la evaluaci�n del riesgo. Hay dificultades cuando la reglamentaci�n internacional todav�a no puede reconocer plenamente tales variaciones en los tipos de enfermedades, pero la ciencia est� comenzando a apuntar en una direcci�n distinta. Como generalizaci�n pr�ctica, es evidente que el riesgo de brote de una enfermedad es m�ximo cuando la infecci�n se transfiere a partir de peces de la misma especie o de especies estrechamente relacionadas. Este principio se puede extrapolar al riesgo asociado con productos importados y sigue teniendo valor cuando la "cepa" motivo de preocupaci�n tiene una distribuci�n de portadores limitada. Por consiguiente, la enfermedad de la que tratan de proteger las medidas puede influir enormemente en la adopci�n de decisiones en los procesos de evaluaci�n del riesgo. Creo que esto es todo lo que ten�a que decir por ahora. Muchas gracias.

Presidente

36. Ustedes manifiestan cierto pesar por el hecho de que las partes no hayan llegado antes a un acuerdo bilateral. Solamente deseo comentar que en la pr�ctica nunca es demasiado tarde. Conozco casos en los que se ha llegado a un acuerdo bilateral el mismo d�a en el que el grupo especial deb�a preparar su informe. As� pues, no perdamos la esperanza. Muchas gracias por su muy profunda exposici�n. La Dra. Wooldridge, tiene la palabra.

Dra. Wooldridge

37. Como ustedes saben, desde que envi� mi informe inicial hemos recibido un volumen considerable de documentos, pero en realidad he estado de vacaciones durante una gran parte de ese tiempo, de manera que en la pr�ctica solamente he podido ver los nuevos documentos esta semana. Por consiguiente, tal vez no los haya estudiado tan bien como me hubiera gustado hacerlo, pero en mi exposici�n inicial creo que voy a abordar realmente varias de las cuestiones de la pregunta N� 34 que han planteado: "�Cu�l es mi respuesta a las observaciones de Australia sobre mis contestaciones por escrito?". As� pues, cuando haya terminado creo que b�sicamente habr� dado respuesta m�s o menos a esa pregunta.

38. En primer lugar, deseo simplemente aludir a mi formaci�n, pues creo que dije que participaba con el punto de vista de una evaluadora del riesgo cuantitativo. En realidad, los aspectos de inter�s de mi formaci�n, entre otras cosas, son que soy m�dico veterinario, calificada como epidemi�loga, y trabajo en el sector del an�lisis del riesgo en general desde hace ya varios a�os, y que esto incluye evaluaciones del riesgo tanto cuantitativas como cualitativas. Tambi�n comprende la comunicaci�n del riesgo, la identificaci�n de los peligros y algo de gesti�n del riesgo, de manera que creo que es dar una visi�n algo limitada indicar que soy solamente una evaluadora del riesgo cuantitativo.

39. Examinando las preguntas que plantea el Grupo Especial a continuaci�n, su pregunta N� 2, tuve bastantes problemas para responder, puesto que la propia pregunta parece estar sesgada, pues parece dar ya por supuesto que se deber�a mirar en la direcci�n de que el informe no es una evaluaci�n adecuada del riesgo, y esto procede directamente de la redacci�n de la pregunta. Esto me preocup�. Llegu� a esa misma conclusi�n, pero me preocup� que el Grupo Especial ya hubiera llegado a ella. Tengo que se�alar que me pareci� que la pregunta era preocupante. La otra cuesti�n acerca de la pregunta es el significado de la palabra "adecuada" en este contexto. Pas� bastante tiempo pensando acerca de lo que significa "adecuada". Una "evaluaci�n adecuada del riesgo", �lo es debido a la manera en que se establece o porque se llega a una conclusi�n con la cual se est� de acuerdo, y es necesario para una evaluaci�n adecuada del riesgo evaluar �ste de manera adecuada? Al final decid� que no estaba totalmente segura de lo que en la pr�ctica se ped�a en la pregunta. Sin embargo, creo que mi respuesta da la informaci�n que necesitan, en el sentido de que, aunque creo que se ha formulado de manera que se establecer�a una evaluaci�n adecuada del riesgo, no creo, por las razones expuestas, que en la pr�ctica se eval�en totalmente los riesgos.

40. El siguiente punto que deseaba plantear es que, cuando examin� por primera vez esta evaluaci�n del riesgo, no me pareci� que fuera muy buena. Ten�a mucha informaci�n pertinente y estaba bien estructurada en t�rminos generales. Sin embargo, cuando la analic� con detalle surgieron en m� algunos motivos de preocupaci�n importantes, que he expuesto en mis respuestas. Se refer�an sobre todo al lugar que ocupa la evaluaci�n de la exposici�n en la evaluaci�n del riesgo y a la cuesti�n de la subjetividad frente a la precisi�n de la distinci�n en los diversos niveles de calificaci�n. Ahora, volviendo de nuevo a ese tema y examinando las observaciones de Australia sobre mis comentarios, deseo decir simplemente que, con respecto a la parte de la evaluaci�n de la aparici�n del riesgo, mi cr�tica no se refer�a, como parece indicarse en el punto 5 de Australia, a que considerase que las evaluaciones de la aparici�n de riesgos no fueran claras en s�, sino a que hab�a un riesgo de desviaci�n, debido a una cuesti�n de impresi�n derivada de los conjuntos de datos seleccionados incluidos en la pr�ctica en la evaluaci�n de la aparici�n del riesgo. Pens� que esto estaba claro en mi respuesta, pero deseo insistir en ello.

41. Con respecto a mi preocupaci�n acerca de la exposici�n, deseo decir que en t�rminos cualitativos o cuantitativos una proporci�n del riesgo total, y aqu� hablamos del riesgo de aparici�n de la enfermedad, una parte siempre ser� menor que el riesgo total. As� pues, si se considera una evaluaci�n de la aparici�n de un riesgo particular cuando se siguen distintos caminos, dado que se supone que la mayor parte del salm�n importado para consumo humano ser� consumido por las personas, las proporciones que siguen otros caminos tendr�n por definici�n un riesgo inferior al total. Si se habla de una proporci�n muy peque�a, tendr� que ser muy inferior al riesgo de aparici�n total cualquiera que sea �ste, y esto es v�lido tanto en el cualitativo como en el cuantitativo.

42. Con respecto a lo que he planteado acerca de la subjetividad y la distinci�n precisa que implica, y no s�lo implica, la evaluaci�n del riesgo, parec�a que se indicaba que yo estaba sugiriendo que era esencial una evaluaci�n cuantificada del riesgo. Bien, ciertamente no estoy sugiriendo eso, sino que lo que estoy diciendo es que, si se desea distinguir con tanta precisi�n, la �nica manera de hacerlo en la pr�ctica es cuantificando los puntos de distinci�n. Esto no es lo mismo que decir "creo que la evaluaci�n del riesgo tiene que ser cuantitativa". No creo en absoluto que tenga que serlo.

43. Deseo poner de relieve una vez m�s la distinci�n entre el riesgo evaluado y el riesgo aceptable. Estoy muy disgustada por no haberme percatado de que el riesgo evaluado aqu� estaba demostrado para m� de manera apropiada y completa, como me hubiera gustado verlo. Sin embargo, acepto plenamente que cualquier pa�s pueda seleccionar el nivel de protecci�n que requiere y es posible que, si las cosas que me habr�a gustado que se tuvieran en cuenta en esta evaluaci�n del riesgo se hubieran tenido realmente en cuenta en ella, entonces tal vez me hubieran convencido los argumentos. No es que yo creyera que Australia estaba necesariamente equivocada, sino m�s bien que no me convenc�a lo que ellos consideraban correcto. Hay m�s cosas que necesito ver a fin de poder tomar aqu� una decisi�n en un sentido o en otro.

44. El siguiente punto es que, evidentemente, ambos pa�ses se han preocupado por presentar a todos los expertos sus opiniones b�sicamente de forma que muestren sus argumentos de la mejor manera. Acepto esto, por lo que comprendo que Australia tiene que tratar de demostrar que en la pr�ctica yo he llegado a conclusiones err�neas. Admito esto y no me lo tomo como algo personal, naturalmente.

45. Sin embargo, la funci�n del Grupo Especial es decidir si la evaluaci�n del riesgo se ajusta a lo que exigen la Organizaci�n Mundial del Comercio y el Acuerdo MSF en cuanto a prescripciones jur�dicas. Lo que deseo decir es que cuando eval�o algo, tal como una evaluaci�n del riesgo, lo hago aplicando los niveles m�s altos posibles. As� pues, valoro esta evaluaci�n del riesgo tratando de examinarla como la de la mejor calidad que me gustar�a ver. Si el Acuerdo MSF no exige que las evaluaciones del riesgo deban ser de la mayor calidad, estimo que es un fallo de dicho Acuerdo. Ahora bien, no creo realmente que ocurra eso, porque se ha asignado al Acuerdo MSF o a la OIE la responsabilidad de establecer normas para la evaluaci�n y el an�lisis del riesgo. Con respecto a esto, en los diversos c�digos hay varios cap�tulos redactados por la OIE. Hay uno para la evaluaci�n del riesgo de los peces, el an�lisis del riesgo de los peces, que he examinado y que creo que se basa casi por entero en el C�digo general para el an�lisis del riesgo que se prepar� en 1999 y se acept� finalmente en junio-julio de 1999. Ahora bien, en las observaciones de Australia hay una sugerencia impl�cita, no creo que se dijera realmente de manera expl�cita, pero estaba la sugerencia impl�cita de que yo podr�a no estar totalmente al corriente de las prescripciones del c�digo de la OIE para el an�lisis del riesgo tal como figuran en el cap�tulo de 1999. En realidad, yo fui una de las tres personas que escribieron eso y se incluy� cada uno de los puntos que yo deseaba que se incorporaran y la mayor�a de los que no deseaba que se incluyeran quedaron excluidos. Pienso, pues, que es acertado decir que estoy bastante al corriente y que mi manera de ver la evaluaci�n del riesgo se corresponde bastante de cerca con su manera de verla.

46. Hay una �ltima observaci�n que deseo hacer en mi exposici�n inicial y que ya hab�a decidido que ten�a que hacer. Es interesante el hecho de que la misma serie de preguntas enviadas a tres personas por separado se hayan interpretado en la pr�ctica de manera bastante distinta por cada una de las tres personas, trat�ndose de una serie bastante corta y sencilla de preguntas. Por tanto, no me sorprende que un documento [el IRA de 1999] de este volumen se interprete de manera muy distinta por diversas personas. Creo que esto simplemente demuestra que se trata de un sector en evoluci�n y muy dif�cil, por lo que deseo suerte al Grupo Especial.

Presidente

47. Bien, despu�s de lo expuesto tal vez podamos pasar ahora a las preguntas que hemos distribuido por escrito al comienzo de esta reuni�n. Como dije en mis observaciones introductorias, no pretendemos ir una por una. Creo que en primer lugar abordaremos las dirigidas a todos los expertos, y seguiremos el orden alfab�tico de las tres exposiciones iniciales. As� pues, quiz�s pueda comenzar pidiendo al Dr. Br�ckner que responda a la pregunta N� 25.

Dr. Br�ckner

48. Gracias, Sr. Presidente. Me parece que lo que se pregunta es si, a la vista de la informaci�n adicional recibida despu�s de responder a las preguntas, hemos cambiado de opini�n. Creo que ya se�al� en mi respuesta, especialmente en relaci�n con las preguntas Nos 1 y 2, por qu� tengo esa opini�n, de manera que mantengo lo que dije al principio.

Dr. McVicar

49. Gracias, Sr. Presidente. Opino pr�cticamente lo mismo que el Dr. Br�ckner. Como ya dije en mi exposici�n inicial, he tenido muy en cuenta los aspectos pr�cticos de esto y para m� �sta es la manera correcta de proceder en este caso particular.

Dra. Wooldridge

50. Pienso que expuse con bastante claridad las razones de mis opiniones en las respuestas a las preguntas, y se basan en mi deseo de tratar de alcanzar los mayores niveles posibles de evaluaci�n del riesgo. Por consiguiente, tampoco creo haber cambiado mi punto de vista.

Dr. Br�ckner

51. Se�or Presidente, muchas gracias. No estoy seguro de haber entendido correctamente en la pregunta la parte que dice "si Australia mantiene alguna distinci�n en los niveles de protecci�n que considera adecuados con respecto a distintas situaciones". �Supondr�a esto un cambio en la distinci�n del nivel de protecci�n? No lo entiendo. Tal vez pueda explicarlo uno de los otros expertos.

Presidente

52. ... Realmente se refiere a eso.

Dr. Br�ckner

53. �Est� relacionado sobre todo con la cuesti�n de las sardinas?

Presidente

54. S�, y con la compatibilidad.

Dr. Br�ckner

55. Se�or Presidente, en las observaciones del Canad� facilitaron el documento, creo que de Wittington, en relaci�n con esta cuesti�n, y en las observaciones de Australia tambi�n se hicieron nuevos comentarios sobre esto. Australia sigue manteniendo la opini�n de que, debido al hecho de que es end�mica, no es necesario ning�n nuevo nivel de protecci�n en relaci�n con la enfermedad. He indicado en mi respuesta que reservo mis observaciones al respecto, porque se presentaron las observaciones generales en el informe que no estaba muy elaborado en lo que se refiere a las sardinas, se present� un documento cient�fico y luego ha habido una r�plica sobre esto. As� pues, tengo muchas dudas sobre si dar una opini�n clara. Sin embargo, en cuanto a la postura tomada por Australia con respecto a la situaci�n end�mica de las sardinas seg�n su opini�n, la respaldo a falta de nuevas pruebas.

Dr. McVicar

56. Gracias, Sr. Presidente. He tenido la misma dificultad que el Dr. Br�ckner para entender de lo que se trataba aqu� en las situaciones subyacentes, siendo esencialmente el mismo problema. Gracias por su aclaraci�n. Como dije en mi exposici�n inicial, la ictiopatolog�a est� evolucionando muy, muy r�pidamente y se nos plantean de manera constante nuevos problemas, nuevas situaciones, y el herpes virus de las sardinas en Australia era uno de tales ejemplos. Creo que algo que est� por aclarar es la importancia o el origen de esto. Lo considero muy, muy semejante a la situaci�n con la que nos estamos encontrando en la pr�ctica en Escocia en este momento con respecto al virus de la AIS, cuyo origen no conocemos, y existe la posibilidad de que se pueda haber importado, tal vez a partir de una fuente natural, en cuyo caso, �es end�mico o no? Estas son exactamente las preguntas con las que estamos luchando en este momento. Como ya dije en mi exposici�n inicial, las medidas de control para reducir el riesgo han de basarse en casos demostrables y comprobados y no en casos posibles. Considero que esta situaci�n es demasiado poco clara todav�a para decir realmente que esta enfermedad procede del exterior, en cuyo caso tal vez ustedes desearan introducir medidas de control. Gracias, Sr. Presidente.

Dra. Wooldridge

57. Como ustedes saben, no soy experta en ictiopatolog�a, por lo que no me hab�a detenido antes en esta posible enfermedad de las sardinas y en la cuesti�n de si es end�mica o ex�tica. As� pues, me he basado por entero en la informaci�n que he podido obtener de los documentos y me parec�a que hab�a serias dudas acerca de la procedencia y de si efectivamente era end�mica o ex�tica. Debido a esto, no me pareci� que la manera de tratar este asunto fuera la que yo habr�a elegido si tratara de realizar una evaluaci�n del riesgo y, en consecuencia, bastante extra�a. No creo que nada de lo que se ha dicho hasta ahora o de lo que he le�do desde que escrib� mi informe haya cambiado en la pr�ctica mi opini�n al respecto.

Presidente

58. Muchas gracias. Bien, pasemos ahora a la pregunta N� 27, que se refiere a la pregunta N� 29 a las partes. Me pregunto si realmente necesitamos abordar ahora esta pregunta, a la vista de las respuestas que acabamos de recibir. Es probable que b�sicamente haya quedado comprendida en lo que acaban de decir. Pasemos en este caso a la N� 28.

Dr. Br�ckner

59. Se�or Presidente. S�, creo que probablemente est� relacionada con la anterior. Pienso que la cuesti�n aqu� es si la diferencia en la protecci�n establecida para el salm�n y las sardinas es justificable desde el punto de vista cient�fico. En las observaciones que hemos recibido posteriormente del Canad� y luego de Australia, he intentado tambi�n analizar con serenidad toda la cuesti�n. Al final, creo que las razones aducidas por Australia para la diferencia son, en mi opini�n, aceptables por el motivo de que siguen un camino l�gico para llegar a esa conclusi�n. He o�do lo que dijo la Dra. Wooldridge y tal vez en t�rminos cuantitativos podr�an plantearse dudas, pero a la vista de lo que tenemos y de la manera estructurada de razonar en relaci�n con esta cuesti�n, creo que esto est� justificado.

Canad� (Sr. Kronby)

60. Si me lo permiten, deseo aclarar simplemente que la pregunta se refiere a la declaraci�n de r�plica del Canad�. Se trata, en realidad, del p�rrafo 37 de las respuestas del Canad� a las preguntas de las partes.

Dr. McVicar

61. Gracias, Sr. Presidente. Mi confusi�n se deb�a a la r�plica, porque yo hab�a hecho observaciones acerca de la declaraci�n de r�plica del Canad�, no de la inicial. Como he dicho en mi declaraci�n por escrito, creo que se puede establecer una distinci�n cuando un producto se utiliza en circunstancias distintas y en diferentes situaciones. El uso de sardinas enteras no evisceradas como cebo y como pienso en el medio en el que se utilizan actualmente, con una larga experiencia, indicar�a un nivel bajo de riesgo en ese medio. Esta es una afirmaci�n aceptada y creo que casi todos estar�an de acuerdo con ella. Las circunstancias cambian si la enfermedad aparece como consecuencia directa de ello, como he indicado tambi�n. Por consiguiente, el nivel de protecci�n necesario sobre ese producto utilizado en tales circunstancias puede ser distinto del correspondiente al uso de dicho producto en circunstancias diferentes. Por ejemplo, y he utilizado el ejemplo en mi exposici�n inicial, si se utiliza directamente para alimentar salmones ... Estoy firmemente convencido de que �sa es la situaci�n aqu�. Hay un nivel distinto de riesgo. Es de esperar que cualquier evaluaci�n del riesgo se realice en esta fase final de la cadena, no solamente sobre qu� infecci�n est� presente, no simplemente de la supervivencia a trav�s de ella, no s�lo de la aparici�n del riesgo, sino tambi�n de la exposici�n en el punto final: la disponibilidad de portadores susceptibles, etc., los factores de diluci�n. He mencionado todos estos factores en mi exposici�n anterior.

Dra. Wooldridge

62. Creo que ya me he ocupado de esto en mi respuesta a su pregunta N� 10 inicial y no me parece que tenga nada que a�adir.

Presidente

63. Pasemos a la siguiente pregunta. En realidad, las dos siguientes est�n dirigidas a los Dres. Br�ckner y McVicar. As� pues, comenzamos con la N� 29, para el Dr. Br�ckner. No, ya nos hemos ocupado de ella. La N� 30.

Dr. Br�ckner

64. Por lo que se refiere a la pregunta N� 30, no deseo hacer ninguna observaci�n, porque no soy experto en la cuesti�n del comercio de pescado a nivel internacional, ya sea elaborado o refrigerado o de otra forma. As� pues, no creo que sea correcto que opine sobre esa cuesti�n.

Dr. McVicar

65. La mayor parte del comercio de productos pesqueros de todo el mundo consiste, especialmente si consideramos en primer lugar los salm�nidos, en producto eviscerado. Sin ser exclusivo, hay ciertamente en Europa un mercado de producto entero sin eviscerar, por una serie de razones, que pueden indicar la frescura, etc. Es evidente que hay un mercado de este tipo que est� protegido y es especializado. Sin embargo, no cabe duda de que la mayor parte del comercio corresponde a la forma eviscerada, y examinando las recomendaciones de la OIE se reconoce que �sta es una manera que reduce considerablemente el riesgo de enfermedades que suelen estar asociadas con la sangre y los productos con sangre abundante. As� pues, s�, estoy de acuerdo en que la mayor parte del comercio es de este tipo. La eliminaci�n ulterior de la cabeza y las branquias y cualquier parte que no se vaya a consumir ni a cocinar reduce el riesgo. Creo que esto se debe al hecho de que se elimina tejido que no se va a utilizar, y hay que apreciar esto. Sin embargo, por lo que yo conozco esto no se ha cuantificado o evaluado adecuadamente, y el nivel de protecci�n adquirido mediante la evaluaci�n de dicho proceso no est� claro en absoluto. En cuanto a la forma de filetes congelados, congelados como se indica en mi respuesta directa, particularmente con el arenque, s� se reduce el nivel de actividad presente y la viabilidad de cualquier pat�geno que pueda haber. As� pues, tambi�n en este caso hay posibilidad de una reducci�n ulterior en este nivel.

Presidente

66. �Est� comprendido aqu� tambi�n el pescado entero? Ha mencionado los filetes.

Dr. McVicar

67. S�, trat�ndose del pescado entero para consumo humano. No es habitual la comercializaci�n para consumo humano de pescado entero, si se except�an las sardinas, los arenques peque�os, el cebo blanco, etc., debido a que las enzimas digestivas presentes en las v�sceras pueden provocar la degradaci�n del producto, y en realidad es bastante raro que se comercialice en la pr�ctica el producto entero para consumo humano.

Presidente

68. Pero, �el pescado entero, eviscerado?

Dr. McVicar

69. Se comercializa con bastante frecuencia eviscerado. Es un m�todo normal en el comercio, por ejemplo para los salmones de criadero procedentes de Europa para todo el mundo.

Presidente

70. As� pues, la preocupaci�n es por las v�sceras m�s que por la piel.

Dr. McVicar

71. Exactamente.

Presidente

72. Si no hay nada m�s que a�adir sobre este punto, podemos pasar a la siguiente pregunta, la N� 31, �al Dr. Br�ckner?

Dr. Br�ckner

73. Muchas gracias. Estoy de acuerdo con el Canad� en que probablemente interpret� esto en el sentido de si podr�an aplicarse o no medidas m�s estrictas que las presentes. Pero a la pregunta de si son m�s o menos estrictas no es f�cil limitarse a contestar "s�" o "no". Si se proponen medidas sanitarias m�s flexibles, ser�a necesario una vez m�s evaluarlas en funci�n de los resultados. As� pues, s�, ser�a posible, pero en ese caso implicar�a la propuesta de medidas menos estrictas y una evaluaci�n en funci�n de las consecuencias. Tanto si se sigue en este sentido como en el otro, hay que hacer una nueva evaluaci�n teniendo en cuenta de nuevo todo el proceso, especialmente la gesti�n del riesgo y los factores de consecuencia. Creo que lo que se ha hecho en el an�lisis del riesgo de las exportaciones es que se ha seguido en general este criterio de establecer la relaci�n entre las medidas propuestas y el nivel adecuado de protecci�n. Si digo que "s�", necesito tener pruebas de nuevo en relaci�n con el proceso total.

Presidente

74. ... Pregunta N� 32, dirigida al Dr. McVicar.

Dr. McVicar

75. Simplemente para que sirva de ayuda a quienes no tienen la pregunta como tal ante s�, voy a resumirla. El pescado que se utiliza para alimentar a los peces (cebo) tiene evidentemente m�s probabilidades de introducir agentes pat�genos en el medio acu�tico que el producto destinado al consumo humano. La conclusi�n era que el riesgo de que dichas importaciones introduzcan enfermedades ex�ticas capaces de producir una mortandad elevada de peces es bajo o no existe. El Canad� indic�, en el p�rrafo 115 de su declaraci�n, que la ausencia de enfermedades en miles de millones de toneladas de peces eviscerados muertos es una prueba a�n m�s s�lida de que el riesgo derivado de dicho producto es insignificante. Creo que he respondido en parte a esto y ciertamente he repetido algo que ya dije en mi exposici�n por escrito. Sin embargo, depende de d�nde se utilice. Si un criadero de atunes est� al lado de uno de salmones, �ste podr� correr riesgo procedente de cualquier agente pat�geno que pueda pasar de una especie a otra. As� pues, si se cr�a el salm�n en la misma zona en que se est� administrando o utilizando este cebo, se pondr� en peligro al salm�n.

Presidente

76. �Es �sta en la pr�ctica una posibilidad real?

Dr. McVicar

77. No puedo decir cu�l es la situaci�n en Australia, pero ciertamente en el Reino Unido, debido al riesgo del material producido en la elaboraci�n secundaria de productos del salm�n, por ejemplo procedentes de Noruega, que se utilizan como cebo de las langostas, hemos introducido reglamentos y c�digos de pr�cticas para impedir que ocurra eso. Existe un riesgo grave de transmisi�n por ese material. Hay un riesgo an�logo, con la reserva de que se transferir�n menos enfermedades (debido a que se trata de una especie distinta), en el caso de las sardinas o los arenques que se utilizan como cebo o para la alimentaci�n de los salm�nidos. Representan un riesgo para la misma especie u otras afines.

Presidente

78. �No es correcto decir en este caso que la separaci�n geogr�fica es muy grande?

Dr. McVicar

79. Entiendo que as� es.

Presidente

80. As� pues, la situaci�n que se plantea no es probable que se haya producido.

Dr. McVicar

81. Efectivamente. En realidad, dentro del pa�s estamos examinando ahora la legislaci�n para impedir que la elaboraci�n secundaria siga la misma l�nea, es decir, la descarga de material de restos del pescado y de las cabezas en su medio ambiente en las cercan�as de zonas importantes de producci�n.

Presidente

82. Si no hay nada m�s que decir sobre esto, tal vez podr�amos pasar ahora a la pregunta N� 33 para la Dra. Wooldridge. En realidad creo que probablemente ya est�n respondidas la N� 33 y la N� 34. La N� 35 est� redactada de manera bastante curiosa tambi�n, porque nos remite a una pregunta ("�est� de acuerdo el Canad�?"). Me parece que no forma parte de la pregunta que se les hace. �Tiene alguna opini�n sobre el cumplimiento de las normas de la OIE en el IRA de 1999?

Dra. Wooldridge

83. S�, creo que he respondido ya a la pregunta N� 34. No estoy segura por lo que se refiere a la pregunta N� 33. Quiero simplemente volver sobre ello, si me permiten, porque creo que la pregunta da a entender que se ha interpretado mal mi respuesta inicial. Creo que en mi p�rrafo 10.2 en realidad est� comprendida la primera frase o la primera mitad del punto 33. La segunda mitad del punto 33 -pienso que leo correctamente- es la pregunta de si han cambiado mis opiniones acerca de si hay una justificaci�n cient�fica para la diferencia en las medidas de cuarentena. No dije que no la hubiera. Lo que pretend�a decir es que no hab�a encontrado pruebas de que la hubiera, lo cual no es lo mismo. As� pues, tengo problema con la redacci�n ah�. No estoy segura de si lo he aclarado o lo he dejado m�s oscuro.

84. Pasando a la pregunta N� 35, lo siento, pero pienso que tambi�n la he respondido en las preguntas Nos 1 y 2, en el sentido de que todo ello gira alrededor del significado de la palabra "adecuado". Las cosas que se requieren est�n todas all�. No creo que se haya utilizado de manera totalmente apropiada. Por consiguiente, mi interpretaci�n de lo que se requiere a partir del cap�tulo de la OIE, en cuya redacci�n particip�, es que no cumple esos requisitos. Sin embargo, creo que la informaci�n necesaria para ello est� all�. Espero haber aclarado esto. No duden en preguntarme si es necesario aclararlo m�s.

Presidente

85. Reflexionaremos sobre esto. Quiz�s tengamos algo m�s que decir. Por el momento creo que est� bien. Creo que lo mejor que podemos hacer ahora es pasar a la fase siguiente, concediendo la palabra al Canad� para cualquier pregunta u observaci�n que tenga sobre las opiniones de los expertos. Dije antes que los expertos tendr�n la oportunidad de responder inmediatamente y Australia tambi�n tendr�n la oportunidad de hacer cualquier pregunta directamente relacionada con ello.

Canad�

86. Pedir�a que hagamos una breve pausa, de manera que pueda consultar con mis propios expertos y podamos asimilar un poco m�s lo que acabamos de o�r y tal vez tratar de decidir si tenemos alguna pregunta, y en caso afirmativo la mejor manera de formularlas para obtener respuestas claras.

Presidente

87. Quince minutos, hasta la media. Muchas gracias.

Presidente

88. Tal vez podamos proseguir tras esta peque�a pausa. Supongo que el Canad� est� ahora preparado para formular sus preguntas y observaciones. Tienen la palabra.

Canad�

89. Gracias, Sr. Presidente. Creo que tras debatir esto entre nosotros podemos hacer una exposici�n breve y sencilla. El Canad� tiene realmente una sola pregunta y est� dirigida al Dr. McVicar. Me parece que dijo que en el caso de los peces para cebo, los peces a los cuales se da el cebo, es decir, las especies, influir�n considerablemente en el riesgo. Dejo de lado a efectos de esta pregunta otros factores, como el volumen o la localizaci�n, porque comprendo sus observaciones anteriores acerca de la diluci�n, dependiendo del medio en el cual se deposita el pescado para cebo. En general, los peces a los cuales se administra el cebo influir�n de manera significativa en el riesgo. As� pues, si se administran sardinas al salm�n, por ejemplo, como cebo o como pienso, el riesgo ser� m�s alto que si se administran al at�n. �Estar�a de acuerdo entonces en que si se utilizan sardinas como cebo con fines deportivos, por ejemplo para los salm�nidos, eso plantear�a un riesgo m�s importante que si se administran al at�n?

Dr. McVicar

90. S�, me da la impresi�n de que se ha podido deslizar alg�n malentendido aqu�. Las sardinas que se administran a sardinas tendr�n mayor riesgo. El salm�n que se administra a salmones tendr� mayor riesgo. Las sardinas que se administran a salmones tendr�n menos riesgo, pero s�lo de manera apreciable si se demuestra que est� presente el mismo agente, o la misma cepa del agente, en las sardinas que provocar�n la enfermedad -en contraposici�n a la infecci�n- en el salm�n. Y el at�n que se administra a atunes tendr� mayor riesgo, porque el agente presente en el at�n que se utiliza para alimentar peces de criadero ser� claramente de la misma especie. As� pues, aunque no sea imposible, el cruce de la barrera interespec�fica proporcionar� en t�rminos generales un nivel de riesgo m�s bajo; transportando la misma serie de agentes capaces de infectar al pez receptor y tambi�n con cepas diferentes. Esto se ilustra muy claramente mediante la presencia en muchas especies diferentes de peces marinos de aguas europeas de distintas cepas de virus que, aunque puedan mostrar caracter�sticas biol�gicas sustancialmente diversas, como su patogenicidad para distintas especies de peces, pueden no distinguirse mediante las t�cnicas actuales. Es evidente que el rabdovirus, identificado en el c�digo de la OIE como de la SHV, aunque es patog�nico cuando se administra al lenguado, otra de nuestras especies marinas, muestra una patogenicidad muy baja y una infectividad baja cuando se utiliza la misma especie como alimento del salm�n. El virus de la SHV de la trucha arco iris administrado a lenguados tiene una patogenicidad y una infectividad bajas. Todos ellos se reconocen como virus de la SHV, pero est� claro que son cepas diferentes. �Contesta esto su pregunta?

Australia

91. Deseo agradecer a todos los expertos sus nuevas observaciones y aclaraciones. Tenemos s�lo un par de preguntas para cada uno de ellos y una que plantearemos a los tres. S�lo un punto adem�s. Me preguntaba si hab�a alguna posibilidad, si los expertos tienen versiones de sus declaraciones por escrito, de obtener copias de ellas.

Presidente

92. S�, en mi declaraci�n introductoria plante� la posibilidad de que los expertos tal vez deseasen confirmar por escrito lo que hab�an dicho o elaborarlo un poco. En realidad no les ped� que lo hicieran, pero si se presenta algo por escrito en los dos pr�ximos d�as que sea confirmaci�n o elaboraci�n de lo que se ha dicho, indudablemente haremos que se distribuya a ambas partes.

Australia

93. Deseo plantear s�lo una pregunta a cada uno de los tres expertos para comenzar, si es posible, y se refiere a la cuesti�n del herpesvirus y las sardinas. Se�alo solamente a la atenci�n de los expertos el p�rrafo 119 de la declaraci�n o exposici�n de r�plica de Australia y tambi�n la secci�n 6 de las observaciones de Australia sobre las respuestas de la Dra. Wooldridge a las preguntas anteriores. S�lo leer� brevemente el p�rrafo 119. Se indica que el herpesvirus es muy espec�fico del portador para las sardinas y los peces marinos en libertad y no est� asociado con los salm�nidos. Es end�mico de todas las aguas marinas de Australia donde se encuentra la especie y tambi�n parece �nico de las aguas marinas de Australia y Nueva Zelandia. Todav�a no se ha determinado la causa de los brotes espor�dicos de la enfermedad. No hay indicaciones de que la enfermedad se introdujera a trav�s de las importaciones. Lo que deseo preguntar a los expertos es si alguno de ellos tiene conocimiento de alguna prueba de que esta declaraci�n, en particular que el herpesvirus es end�mico de toda las aguas marinas de Australia, no es correcta.

Dr. Br�ckner

94. Creo que he contestado a la pregunta anteriormente, basta decir lo que se ha se�alado por la falta de nuevas pruebas.

Dr. McVicar

95. Creo que tambi�n contest� antes a esa pregunta. Las pruebas, en cualquier caso, son realmente muy escasas por ahora, pero mientras no tengamos pruebas de que se ha introducido no habr� justificaci�n para adoptar medidas contra ella.

Dra. Wooldridge

96. No soy icti�loga y no estoy al corriente de todas las pruebas sobre las enfermedades de peces, en particular de esta enfermedad. Como dije antes, me basaba en los documentos y pensaba que ya hab�a contestado a esa pregunta en la respuesta a la N� 19.

Australia

97. S�lo como aclaraci�n, nuestra opini�n es que esta enfermedad es ahora end�mica de Australia. �Existe alguna prueba que indique que ese no es el caso que conocen los expertos?

Dr. Br�ckner

98. No tengo pruebas para demostrar lo contrario en esta fase.

Dr. McVicar

99. Repito la misma respuesta; no, no hay pruebas en contra.

Dra. Wooldridge

100. No tengo pruebas de eso en absoluto.

Australia

101. Plantear� un par de preguntas al Dr. Br�ckner. Entendemos que ha participado en la labor de la OIE durante los �ltimos a�os. �No le parece que el cap�tulo del C�digo Internacional de Salud de los Animales de la OIE de 1999 sobre el an�lisis del riesgo de las importaciones hace mucho menos hincapi� en el enfoque cuantitativo para la evaluaci�n del riesgo que en la versi�n de 1997?

Dr. Br�ckner

102. No tengo aqu� el C�digo. La Dra. Wooldridge particip� tambi�n en eso. Creo que lo que est� ahora m�s claro que en 1997 es que se dice expl�citamente que tambi�n es aceptable una evaluaci�n cualitativa del riesgo, lo cual no se indicaba antes de manera tan expl�cita.

Australia

103. En segundo lugar, �considera que los asesores cient�ficos contratados por el AQIS para el an�lisis del riesgo de 1999 son representativos de los conocimientos t�cnicos internacionales en la esfera de la evaluaci�n del riesgo de las enfermedades de los animales acu�ticos, incluida la gesti�n de dichas enfermedades?

Dr. Br�ckner

104. Si, dos de esos nombres me son familiares, de manera que estar�a de acuerdo con esa afirmaci�n.

Australia

105. Un par de cuestiones o puntos sobre sus respuestas a las preguntas Nos 7 y 8. En su respuesta al Grupo Especial aconsejaba, y cito textualmente, que "no se pudo encontrar en el an�lisis del riesgo de 1999 ninguna justificaci�n cient�fica para las medidas relativas a los productos de salm�n preparados para el consumo y para los que no est�n en esta forma que han de elaborarse en instalaciones aprobadas", aunque esas cuestiones se examinaron en la p�gina 201 del an�lisis del riesgo de las importaciones. Sabr� que en este escrito de r�plica, particularmente en sus observaciones sobre las respuestas a las observaciones de la Dra. Wooldridge, p�rrafos 24 y 61, y el siguiente de nuestras observaciones sobre los comentarios de la Dra. Wooldridge, Australia explic� el motivo de las medidas relativas a los productos preparados para el consumo con referencia a tres factores fundamentales, y �stos eran que el producto preparado para el consumo tiene menos probabilidades de ser sometido a elaboraci�n comercial que otras formas de producto, por razones comerciales, y que esto reduce el riesgo porque en las instalaciones de elaboraci�n se generan desechos en una concentraci�n y volumen mayores que en el �mbito dom�stico. En segundo lugar, la elaboraci�n comercial del producto preparado para el consumo se puede realizar, por ejemplo, ahumando los filetes de salm�n sin piel, pero no cabe esperar que esto genere una cantidad importante de material de desecho. En tercer lugar, las instalaciones de elaboraci�n de productos importados deben tener sistemas adecuados para la eliminaci�n de los desechos s�lidos y l�quidos, porque esto reducir� la probabilidad de exposici�n de los peces del pa�s a los agentes pat�genos presentes en dichos materiales. �No est� de acuerdo en que esos factores justifican el hecho de que Australia distinga entre los productos preparados para el consumo y otros productos en cuanto al riesgo asociado con la cuarentena? En caso afirmativo, �considera que la medida de Australia representa un criterio v�lido para la gesti�n del riesgo?

Dr. Br�ckner

106. Es una pregunta dif�cil, porque trato de evaluar esto desde el punto de vista del administrador veterinario y he le�do las razones aducidas, especialmente en cuanto a los residuos y la posibilidad de que los agentes pat�genos encuentren esa v�a. Aceptar�a las alegaciones, pero sin mucho convencimiento. La opini�n era que se hab�a puesto muy de relieve la impresi�n de las personas relacionadas con el comercio, en lugar de expresarlo de manera cuantitativa. S� que se han realizado estudios y se han facilitado cifras en cuanto a los desechos y a la posibilidad de buscar esto en esa direcci�n. En ausencia de ninguna argumentaci�n cient�fica en contrario, no puedo demostrar mi desacuerdo con ustedes, pero no puedo decir que s� con convencimiento.

Australia

107. En relaci�n con las preguntas Nos 15 y 17, usted indica al Grupo Especial que no pudo encontrar pruebas convincentes para las nuevas restricciones impuestas por Australia sobre el tama�o y la elaboraci�n de los salmones, pero no sobre otros peces. Usted sabe que en el an�lisis del riesgo de 1999 Australia identifica cuatro enfermedades de salmones -NHI, AIS, Aeromonas salmonicida y Renibacterium salmoninarum- en relaci�n con los cuales las consecuencias de la radicaci�n en Australia tendr�a repercusiones moderadas o m�s graves. En funci�n de los tipos/fases de la infecci�n, estos agentes se pueden encontrar en la carne y en la piel del salm�n. Sabr� adem�s que, como se explica en el an�lisis del riesgo, los peces distintos de los salm�nidos generalmente no se consideran portadores importantes de estas cuatro enfermedades. Hay una probabilidad insignificante de que estos peces se vean infectados por el VNHI, el VAIS o R. salmoninarum. Para A. salmonicida la probabilidad de infecci�n es insignificante, excepto en los peces marinos de criadero estrechamente relacionados con salmones infectados. Por consiguiente, no hab�a ninguna raz�n para imponer nuevas medidas en la elaboraci�n sobre los productos preparados para el consumo en el caso de los peces distintos de los salm�nidos en general. Sin embargo, sobre los peces marinos no salm�nidos de criadero se impusieron controles adicionales, como medidas relativas a la forma, la presentaci�n, la elaboraci�n y la certificaci�n de los productos, reconociendo la mayor probabilidad de infecci�n de estos peces por A. salmonicida . A la luz de esta explicaci�n, �considera que existe una justificaci�n suficiente para que Australia haya decidido aplicar medidas diferentes?

Dr. Br�ckner

108. En la �ltima frase dije que no estaba convencido de las pruebas en esa fase, pero estoy satisfecho con las respuestas dadas en las observaciones que se recibieron despu�s y en los comentarios de Australia.

Australia

109. En relaci�n con su respuesta a la pregunta N� 16, se�ala que es razonable preguntar por qu� Australia no aplica las mismas medidas a las importaciones de salm�n, espec�ficamente en relaci�n con la medida de elaboraci�n ulterior del producto preparado para el consumo, como Nueva Zelandia, considerando que la situaci�n de los dos pa�ses en cuanto a las enfermedades es semejante. En su respuesta a las preguntas del Grupo Especial, Australia ha observado que las medidas aplicadas por los dos pa�ses son, de hecho, muy semejantes. Existen algunas diferencias que obedecen a variaciones en el riesgo de cuarentena evaluado entre los dos pa�ses. Estas variaciones en el riesgo evaluado, a su vez, indican diferencias en el estado sanitario de los salm�nidos, las v�as de exposici�n, las caracter�sticas de las industrias nacionales de salm�nidos y el nivel adecuado de protecci�n de Nueva Zelandia y Australia, como se se�ala en los cap�tulos 4 y 5 del an�lisis del riesgo de 1999. �Est� de acuerdo en que tales diferencias en par�metros fundamentales pertinentes para la evaluaci�n del riesgo y la gesti�n del riesgo justificar�an f�cilmente las variaciones relativamente peque�as entre los enfoques de Australia y Nueva Zelandia para controlar el riesgo relacionado con la cuarentena de los productos de salm�n importados?

Dr. Br�ckner

110. En mis observaciones resumidas preliminares me refer� a esto, porque en esa fase cab�a preguntarse de manera razonable por qu� Australia no aplicaba las mismas medidas. Sin embargo, en la documentaci�n que vino despu�s se inclu�a la evaluaci�n del riesgo de Nueva Zelandia y se daban tambi�n nuevas pruebas a este respecto.

Australia

111. Algunas preguntas para el Dr. McVicar, si se nos permite.

Canad�

112. Quisiera pedir alguna aclaraci�n al Dr. Br�ckner sobre la pen�ltima cuesti�n, relativa a la justificaci�n de las prescripciones que imponen la forma de productos preparados para el consumo. �Entiendo, Dr. Br�ckner, que ha cambiado sus opiniones, sus respuestas?

Dr. Br�ckner

113. No he cambiado de opini�n. Dije que a la vista de las pruebas cient�ficas que se me han presentado en contra tengo que estar de acuerdo con nuestro colega australiano. Pero dije que tengo mis dudas, porque en mi fuero interno no estoy de acuerdo con la diferencia entre tener 450 g o no y la presencia o ausencia de piel. No tengo pruebas cient�ficas para oponerme a ello.

Australia

114. La primera pregunta se refiere a las respuestas del Dr. McVicar a la N� 7. En su respuesta al Grupo Especial sobre esta cuesti�n, indica que ser�a poco probable que la eliminaci�n de la piel del salm�n canadiense contribuyese de manera significativa a la reducci�n del riesgo. Sin embargo en su respuesta a la pregunta N� 20 se�ala, y cito textualmente, "No parece haber un riesgo importante de enfermedad asociado con la piel de los salm�nidos, pero esto se contrarresta con el riesgo notablemente mayor de que este material no comestible de bajo valor pueda eliminarse de forma no inocua antes de la cocci�n". Estas cuestiones se examinaron en la p�gina 201 del an�lisis del riesgo de las importaciones. Podr� constatar que en su escrito de r�plica, en particular en sus observaciones a las respuestas de la Dra. Wooldridge, Australia explic� la raz�n para imponer las medidas relativas a los productos del salm�n preparados para el consumo con referencia a los tres factores fundamentales que he mencionado antes. �Est� de acuerdo en que esos factores justifican el hecho de que Australia distinga entre productos preparados para el consumo y otros productos en cuanto al riesgo asociado con la cuarentena y, en caso afirmativo, estima que las medidas de Australia representan un enfoque v�lido para la gesti�n del riesgo?

Dr. McVicar

115. S�, como experto en enfermedades reconozco que hay ciertos pat�genos que se encuentran en la superficie de la piel de los peces -Aeromonas por ejemplo; el virus de la AIS es otro ejemplo- y tienen preponderancia en esas zonas. Sin embargo, teniendo cuenta el nivel de eliminaci�n de �stos mediante operaciones adecuadas de lavado y manipulaci�n, envasado, elaboraci�n general, etc., la probabilidad de que en el momento de la exportaci�n del producto se encuentre todav�a presente un n�mero significativo de pat�genos es bastante peque�a: esos son medios bastante agresivos. Es una ruta de propagaci�n y considero que para los agentes que he mencionado en particular el riesgo es muy peque�o. �ste es un hecho que se reconoce en la reglamentaci�n de la Uni�n Europea al exigir solamente la evisceraci�n en zonas infectadas por el virus de la AIS, por ejemplo.

116. Esto se contrarresta, como indiqu� en mi respuesta a la pregunta N� 20, con el reconocimiento de que las partes de los peces no destinadas al consumo, consideradas de escaso valor, como la piel, se pueden eliminar de una manera no inocua. Realmente, para ajustar el nivel bajo del riesgo, puedo entender por qu� alguien puede desear hacer esto. Sin embargo, si el riesgo es tan bajo al principio, esto nos llevar�a a mi respuesta a la pregunta N� 7, en el sentido de que es poco probable que contribuya de manera significativa. Si el nivel del riesgo es muy bajo al principio, la eliminaci�n de la piel para reducirlo a�n m�s contar�a muy poco.

Australia

117. S�, en relaci�n con una respuesta a una pregunta anterior -pregunta N� 30 del Grupo Especial- parece que el Presidente dedujo de su respuesta que la piel "no era un problema en el sentido del riesgo de enfermedad". Me pregunto, Dr. McVicar, si podr�a aclarar que la observaci�n del Presidente sobre la evisceraci�n y la forma del pescado comercializado se refiere a las pr�cticas comerciales y no a la cuesti�n del riesgo de enfermedad.

Presidente

118. Por favor, perm�tame una peque�a observaci�n. No estaba deduciendo nada, estaba simplemente tratando de aclarar lo que entend� que hab�a dicho el Dr. McVicar, de manera que mi observaci�n era simplemente para clarificaci�n. No deseaba indicar que tenemos alguna idea en absoluto al respecto.

Australia

119. Nos pareci� que la respuesta a esa pregunta quedaba poco clara; no sab�amos si el Dr. McVicar se estaba refiriendo a las pr�cticas comerciales de c�mo se comercializan los productos o a la cuesti�n de los riesgos de enfermedad.

Dr. McVicar

120. S�, Sr. Presidente, usted me pregunt� espec�ficamente cu�les consideraba que eran las principales v�as del comercio de los productos, y me refer� a eso y no a la cuesti�n de las enfermedades; porque considero que se trata del comercio de productos, m�s que de las enfermedades.

Australia

121. Por �ltimo, hay dos preguntas, si me permiten, para la Dra. Wooldridge. Ha comentado que le parece ver subjetividad en la evaluaci�n cualitativa del riesgo de Australia. �C�mo se evitar�a el problema de la subjetividad si no se dispone de datos suficientes que permitan la realizaci�n de una evaluaci�n cuantitativa del riesgo?

Dra. Wooldridge

122. Es imposible evitar la subjetividad en una evaluaci�n cualitativa del riesgo.

Australia

123. S�lo como aclaraci�n, �est� diciendo que la subjetividad no es un elemento de una evaluaci�n cuantitativa?

Dra. Wooldridge

124. No, no es esto lo que estoy diciendo, pero es m�s f�cil resumirlo as�.

Australia

125. Por �ltimo, �como garantizar�a que los datos cuantitativos, que pueden ser escasos, sean debidamente representativos, dado que podr�an obtenerse en condiciones que no son representativas de una situaci�n sobre el terreno?

Dra. Wooldridge

126. En cualquier evaluaci�n del riesgo deber�a utilizarse la mejor informaci�n disponible en el momento, de manera que considero que lo que est� diciendo es c�mo consiguen obtener la mejor informaci�n disponible. Mi respuesta a esto es que necesitan reunir a los expertos que conocen el tema concreto y b�sicamente preguntarles cu�l son los datos m�s apropiados y mejores disponibles. Esto conlleva, por supuesto, diversas preguntas adicionales, por ejemplo, qui�nes son los expertos m�s adecuados a los que se puede preguntar; c�mo elaboran la informaci�n con un sesgo m�nimo; en caso de opiniones contradictorias, c�mo se establece una correlaci�n entre ellas en una evaluaci�n del riesgo; incluso si las opiniones tienden a ser semejantes, pero no son exactamente iguales, c�mo establecer una correlaci�n entre ellas para una evaluaci�n de riesgo. Todas estas son cuestiones metodol�gicas muy importantes que actualmente son objeto de numerosas investigaciones metodol�gicas. Sin embargo, la respuesta m�s sencilla que puedo dar hoy, sin entrar en demasiados detalles, es que considero que esto se puede hacer utilizando distribuciones y modelos estoc�sticos.

Kari Bergholm (miembro del Grupo Especial)

127. �sta es una pregunta complementaria s�lo para la Dra. Wooldridge, simplemente para obtener mayor informaci�n sobre esta compleja cuesti�n. �Ser�a posible utilizar una evaluaci�n del riesgo con partes cuantitativas y partes cualitativas, una combinaci�n de ambas, o deber�a ser totalmente cualitativa o totalmente cuantitativa? Si una evaluaci�n del riesgo es b�sicamente cualitativa, �mejorar�a la probabilidad de que sea correcta si algunas partes, cuando hubiera datos disponible, se hicieran de forma cuantitativa?; �ser�a esto posible, o la evaluaci�n deber�a ser completamente cualitativa o completamente cuantitativa?

Dra. Wooldridge

128. Creo que siempre que haya datos cuantitativos disponibles se deben registrar como parte de la labor de recopilaci�n de informaci�n y utilizarlos siempre que sea posible y adecuado. Adem�s, considero que una evaluaci�n del riesgo compleja, si es una v�a muy larga, se puede realmente dividir en partes, para alguna de las cuales pueda obtenerse una respuesta cuantitativa y para otras partes quiz�s no. Tomando esto como un ejemplo, no s� exactamente cu�les son los datos disponibles, aunque retroceder�a al tema inicial del Grupo Especial y dir�a que, seg�n mi experiencia, cuando se los busca hay siempre m�s datos disponibles de los que se pensaba que hab�a en el momento de comenzar. Sin embargo, es posible que se pueda hacer una evaluaci�n cuantitativa de la aparici�n del riesgo, por ejemplo, y una evaluaci�n cualitativa de la exposici�n. En cuanto se tenga una parte de la cadena que sea cualitativa, impide que se pueda realizar una evaluaci�n cuantitativa completa del riesgo. Sin embargo, aconsejar�a firmemente sin duda que si alguien desea aclarar las cuestiones las cuantifique en la mayor medida posible.

Australia

129. Se�or Presidente, s�lo una pregunta complementaria m�s para la Dra. Wooldridge. En la evaluaci�n del riesgo de 1999 utilizamos datos cualitativos cuando se dispon�a de ellos y los pasamos a otros expertos para ver si esos datos eran pertinentes y si pod�an mejorarse o aumentarse, etc. �Considera la Dra. Wooldridge que esto es parte de un enfoque aceptable?

Dra. Wooldridge

130. Parece muy razonable, s�.

Presidente

131. Pienso que hemos llegado ya al final de las preguntas y las observaciones de las partes. No creo que el Grupo Especial tenga ninguna nueva pregunta en esta fase, a menos que lo hagan mis colegas. Voy a pedir al asesor jur�dico que plantee la cuesti�n en nombre del Grupo Especial.

Joost Pauwelyn

132. Parece que todos est�n de acuerdo en que deber�a haber una prescripci�n que imponga una forma de producto preparado para el consumo o algo as�; pero, �qu� hay acerca de la definici�n espec�fica que se da en la medida de Australia relativa a los 450 g y la presencia o ausencia de piel? Podemos comparar esa definici�n espec�fica con, por ejemplo, la definici�n que ha dado Nueva Zelandia para exigir solamente el envasado para el consumo. �C�mo comparar�an estas dos definiciones?, o bien �consideran que con la definici�n de Nueva Zelandia se podr�a obtener el mismo nivel de protecci�n?

Canad�

133. S�, si me permite, Sr. Presidente, no estoy seguro de que se pueda decir justamente que todos est�n de acuerdo en que deber�a haber alguna forma de envasado del producto preparado para el consumo. Ni siquiera estoy seguro de que pueda haber acuerdo entre los expertos, suponiendo est�n de acuerdo en algo.

Australia

134. Se�or Presidente, la cuesti�n creo que es muy semejante a, en efecto, creo que a la pregunta N� 32, a la que responderemos el viernes.

Presidente

135. Pero est� dirigida a los expertos, de manera que la aceptamos.

Dr. Br�ckner

136. Como he dicho, todav�a me siento muy inc�modo con toda esta cuesti�n. Se podr�a preguntar a Australia, por ejemplo, cu�l es la posibilidad de que las personas que compran el producto de 450 g con piel preparado para el consumo pidan que se la quiten si lo prefieren as�. Lo que estoy tratando de se�alar es la posibilidad de que incluso la piel que se elimina con los desechos en un producto preparado para el consumo que se considera inocuo sea un factor o no. As� pues, volvemos a la pregunta que se me ha planteado aqu� acerca de la comparaci�n de Nueva Zelandia. Dije a Australia que, a la vista de los argumentos cient�ficos que me ha aducido Australia, no puedo oponerme a ello, pero que con todo no me siento c�modo con la decisi�n.

Dra. Wooldridge

137. No estoy muy segura de haber captado totalmente la pregunta que se est� haciendo, pero me gustar�a decir que no tengo inconveniente en que se plantee esta cuesti�n de los productos preparados para el consumo. Pienso que es importante examinar �sta y cualquier otra cuesti�n que pueda ser adecuada cuando se hace una evaluaci�n del riesgo. Creo que ahora entiendo lo que quer�a decir Australia y por qu� lo estaban haciendo, por cuanto puede muy bien ocurrir que un producto preparado para el consumo reciba un tratamiento diferente del producto no preparado. Lamentaba que no hubiera pruebas que me convencieran de que esto fuera de hecho lo que ocurr�a. En realidad pienso que no parece que se haya consultado a las personas que podr�an aportar las pruebas de esto. A menos que no las viera en los muy numerosos documentos de trabajo. Sin embargo, no me convencieron las partes que estudi� detenidamente.

Kari Bergholm

138. Deseo hacer una pregunta complementaria, porque sigo pensando que aqu� falta algo, al menos por lo que entiendo. Aqu� faltan todav�a, en mi opini�n, algunos elementos. Si aceptamos que la prescripci�n de los envases del producto preparado para el consumo est� justificada, �cu�l es la justificaci�n para establecer el l�mite de 450 g? �Hay justificaci�n cient�fica para fijar el limite de 450 g, en lugar de 1 kg, o 200 g? �De d�nde salen estos 450 g? �Reduce ese l�mite el riesgo de forma significativa? Luego, tengo una observaci�n para el Dr. McVicar, cuando dice que la piel es un producto de bajo nivel que se descarta. En mi pa�s, alguna piel se considera un manjar especial. As� pues, si un producto no tiene la piel, es un producto de bajo nivel en mi pa�s, por tanto los mercados son diferentes. Los sabores son distintos. Pero volviendo a mi pregunta, en realidad es la siguiente: �cu�l es la justificaci�n cient�fica para este resultado de 450 g? Tenemos ya su respuesta en cuanto a cu�l es la importancia de la presencia o ausencia de piel, pero para estos 450 g, esto sigue siendo ...

Presidente

139. Esto es para los expertos. �Dr. McVicar?

Dr. McVicar

140. �Puedo responder a eso? Como dije en las respuesta por escrito a las preguntas, no puedo ver una l�nea de separaci�n en uno u otro sentido en los 450 g para justificar ese aspecto particular desde el punto de vista de la enfermedad. Las enfermedades que est�n presentes durante la vida de los peces estar�n igualmente presentes por encima de los 450 g o por debajo, y pueden manifestarse en condiciones de tensi�n en cualquier momento de la vida de un pez, si persisten en un estado de bajo nivel de manera que puedan reproducirse. Como dije, haciendo conjeturas quiz�s de manera equivocada, posiblemente debido a mi participaci�n en el an�lisis del riesgo con Australia, tal vez de manera justificable, pod�a ver alguna l�gica en que �ste fuera un producto preparado para el consumo en un tama�o que se consumir�a y cocinar�a directamente, y esto era una hip�tesis, sobre la cual pienso que deber�a responder Australia.

141. El segundo punto acerca de la piel, perm�tanme referirme a �l brevemente. Soy consciente de que la piel, por ejemplo en Islandia, es muy valiosa para el curtido y tambi�n que viene tratada como tal, de manera que no es un valor exclusivamente bajo, y por otra parte acepto sus observaciones acerca de mi ignorancia sobre las costumbres finlandesas.

Presidente

142. Sin duda, Australia desear� volver a este punto cuando nos reunamos el viernes, pero, �desean ...?

Kari Bergholm

143. Bien, desear�a o�r la opini�n de los otros expertos sobre mi pregunta, si tienen alguna.

Dra. Wooldridge

144. S�, mi interpretaci�n era que los 450 g eran el tama�o de la raci�n, pero no el tama�o real del pez. En consecuencia, podr�a serlo, aunque no es tan evidente para m� a partir de la informaci�n que hemos recibido, pero puede ser que se halle por alguna parte alguna prueba de que �ste es un tama�o t�pico que el consumidor cocinar� de una vez, lo tratar� de una manera diferente de otras. Ahora bien, no encontr� esa prueba, pero esto no quiere decir que no exista. Pienso que s� existe, bien, es una l�stima que no figure ah�, pero entiendo que no se trata de la cantidad de agente infeccioso potencialmente presente en el tama�o de la raci�n, sino de la v�a de exposici�n que se sigue a partir tal vez de tama�os diferentes de raciones. As� pues, el hecho es que la carga bacteriana, parasitaria o v�rica no se ve afectada por el tama�o de la raci�n, excepto en lo que se refiere a la carga por unidad, siendo �ste un problema de la v�a de exposici�n; lo que los australianos est�n diciendo, por lo que entiendo, es que si se tiene una raci�n que alguien cocinar� tal como est�, ellos van a tratar los trozos peque�os y las piezas de manera diferente, por lo que las v�as de exposici�n ser�n distintas.

145. No estoy seguro de haber dado al Dr. Br�ckner la oportunidad de responder.

Dr. Br�ckner

146. Tengo la misma impresi�n que la Dra. Wooldridge. Creo que en el IRA de 1999 de Australia hab�a un anexo de una carta de uno de los comerciantes y tengo la misma idea de que es tambi�n el tama�o preferido para el comercio.

Australia

147. Perm�tanme simplemente aclarar los puntos, b�sicamente pienso que estamos de acuerdo casi del todo con lo que han dicho la Dra. Wooldridge y el Dr. Br�ckner, que creo que puede reducirse tal vez a dos elementos. El primero es la definici�n, si se quiere, y �ste era un asunto comercial basado muy particularmente en el asesoramiento que recibimos sobre el comportamiento del consumidor y la probabilidad de que esa sea la cantidad de producto que el consumidor cocinar� y comer�. Luego, el segundo elemento tiene una base f�ctica para la medida y se refiere a esos tres hechos que he mencionado, que ese tipo de raci�n lo consumir�a probablemente un miembro del hogar en su totalidad. Si est� elaborado, entonces tambi�n ser�an m�nimos los desechos. Creo que tal vez esto responde a uno de los puntos que el Dr. Br�ckner plante� antes. Y luego, el tercer elemento es que hay recursos para la elaboraci�n ulterior en instalaciones certificadas.

Presidente

148. �Puedo aclarar simplemente que entonces la preocupaci�n es acerca de la eliminaci�n de los desechos, no los procedentes del consumo dom�stico, sino del comercial en gran escala?

Australia

149. La eliminaci�n de que se trata es, por supuesto, la de la elaboraci�n comercial, la eliminaci�n ah� representa la mayor preocupaci�n. Esos otros elementos, que el tama�o del producto preparado para el consumo sea de 450 g, limitan entonces los desechos en esos otros sectores. As� pues, considero que son esos tres factores juntos los que determinan nuestra posici�n.

Presidente

150. �Desean a�adir algo m�s o ...?

Australia

151. S�lo para que conste en acta, perm�tame, Sr. Presidente, en realidad es en los p�rrafos 68-71 de nuestras observaciones sobre los comentarios de la Dra. Wooldridge donde creo que aborda esta cuesti�n de la definici�n de producto preparado para el consumo. Pero sin duda volveremos a ello el viernes.

Canad�

152. Gracias, Sr. Presidente. Creo que acaba de hacer la pregunta sobre la cual iba a pedir aclaraci�n. Tras leer la p�gina 201 del Informe de 1999 al que se refer�a Australia, tuve tambi�n la impresi�n de que el problema que se estaba tratando de abordar con la prescripci�n que impone la forma de producto preparado para el consumo era la elaboraci�n comercial y, despu�s de leer las evaluaciones de las v�as de exposici�n en todo el Informe de 1999 fue esa tambi�n mi impresi�n, debido a las conclusiones que se sacaban en relaci�n con otras v�as. Creo que volver� sobre ello el viernes, en lugar de seguir adelante aqu�.

Presidente

153. Bien, parece que en ese caso hemos agotado el proceso esta tarde. Dar� a los expertos la oportunidad de intervenir como punto final con las observaciones que crean oportunas para resumir lo que han dicho o para subrayar cualquier punto en particular que estimen importante, y su intervenci�n podr� ser todo lo larga o corta que deseen. Dr. Br�ckner.

Dr. Br�ckner

154. Creo que no tengo nada que a�adir a lo que ya se ha dicho, pero mirando hacia atr�s, cuando hemos examinado este litigio en los �ltimos a�os, y creo que la Dra. Wooldridge estar� de acuerdo conmigo, no puedo recordar ninguna ocasi�n anterior en la que se haya debatido tan intensamente una cuesti�n relativa al Acuerdo MSF, planteando la importancia del car�cter cualitativo frente al cuantitativo y su lugar en la futura adopci�n de decisiones. Tal vez sea positivo que se haya debatido esto. Eso es todo. Espero que se solucione esta diferencia y les deseo buena suerte.

Presidente

155. Muchas gracias.

Dr. McVicar

156. Gracias, Sr. Presidente. He escrito s�lo algunas observaciones sobre lo que considero que resumir�a mi posici�n tal como lo veo. No repetir� lo que ya he expuesto, de manera bastante clara, pero me parece evidente, como cient�fico pr�ctico, que siempre habr� posibilidad de desacuerdo sobre lo que se considera un nivel adecuado de protecci�n. En realidad lo equiparo con lo que llamar�a un enfoque precautorio, en contraposici�n a otro menos precautorio, y si se plantea esto en casos extremos pienso que pueden darse cuenta de lo que estoy diciendo. Si adoptamos un enfoque precautorio extremo, no se har� nada hasta que no se demuestre lo contrario. Esto es imposible y no lo permiten las normas comerciales. En el extremo opuesto, se permite todo hasta que se produce una consecuencia no deseada, en cuyo caso entonces ser� demasiado tarde. Es una exposici�n obvia de las posiciones y de lo que se ha considerado que son medidas adecuadas; aqu� las dos partes tienen enfoques claramente diferentes. Desde el punto de vista cient�fico, las diferencias evidentes en las secciones relativas a la identificaci�n del peligro y la evaluaci�n del riesgo de los documentos de 1999 no son grandes y probablemente no influir�n de manera importante en las conclusiones a las que se llegue. Sin embargo, como los cient�ficos parecen estar de acuerdo en general, es en la traducci�n de la ciencia en pol�tica donde, a mi modo de ver, comienzan a manifestarse los desacuerdos.

157. He o�do cr�ticas por no haberse realizado m�s an�lisis cuantitativos y, en primer lugar, no creo que esto sea necesario, considero que ya hemos tratado ese punto. Y, en segundo lugar, incluso un an�lisis cuantitativo completo del riesgo podr�a solucionar las diferencias de opini�n acerca de si una medida determinada est� justificada o no o podr�a no solucionarlas en la pr�ctica. Un ejemplo, desde un punto de vista completamente distinto, y es un ejemplo serio: el riesgo de que un rayo alcance a una persona se puede determinar con bastante exactitud, pero eso no impide a la gente participar en actividades al aire libre. Se puede calcular un nivel mucho m�s bajo de riesgo para la encefalopat�a espongiforme bovina, pero esto fue suficiente para prohibir la carne de bovino del Reino Unido en todo el mundo. As� pues, se trata de una percepci�n del riesgo, una percepci�n individual y se convierte despu�s en un aspecto cultural y pol�tico, que no tiene un car�cter cient�fico. No estoy defendiendo el punto de vista de la aportaci�n num�rica uniforme para la imposici�n de medidas de reducci�n del riesgo. Es evidente que eso es imposible. No tengo respuesta a la pregunta de c�mo habr�a que definir lo que es un nivel aceptable de riesgo y, como dije antes al respecto, la �nica v�a razonable para abordar esto parece ser un acuerdo negociado.

158. Me han impresionado la cantidad de esfuerzo y de documentos que ha generado esta labor y en el tiempo disponible ha sido dif�cil profundizar y mantenerse en el centro de las cuestiones. Particularmente en la �ltima fase, he tenido aqu� una ventaja sobre algunos de mis otros colegas y expertos, en el sentido de que me hab�a familiarizado con los documentos de evaluaci�n del riesgo de Australia mientras se estaban preparando. He examinado todas las evaluaciones del riesgo que ha realizado Australia en relaci�n con las prescripciones sanitarias y fitosanitarias y de la OIE y he comprobado con satisfacci�n que se ajustaban a los criterios de la evaluaci�n cualitativa. Como ictiopat�logo, me he ocupado tambi�n de la legislaci�n y pude seguir la l�gica que aplicaba Australia en las secciones de la identificaci�n del peligro y la evaluaci�n del riesgo de cada una de las evaluaciones del riesgo. Inevitablemente para un trabajo tan importante, que se ha realizado en un per�odo de tiempo muy corto, hay sectores que se podr�a mejorar, pero no he detectado problemas que considerase que podr�an afectar a las conclusiones principales. En las secciones que se ocupan de la gesti�n del riesgo, tengo menos que decir como cient�fico, por motivos evidentes. Sin embargo, es decepcionante el hecho de que se disponga de tan poca informaci�n sobre la contribuci�n de cada una de las medidas de reducci�n del riesgo (es decir, su eficacia), a la consecuci�n de una reducci�n del riesgo para alcanzar el nivel adecuado de protecci�n de Australia. El requisito de la eliminaci�n de la piel es un ejemplo, y hemos hablado de ello a lo largo del d�a. No digo esto como una cr�tica a los an�lisis del riesgo de las importaciones de Australia como tales, sino m�s bien como un ruego para que se realicen nuevas investigaciones cient�ficas a escala mundial. La falta de datos v�lidos en los cuales basar las decisiones es un tema constante en todos los debates que hemos tenido. La cuesti�n que afronta el Grupo Especial es determinar qu� se puede hacer en el per�odo de transici�n, mientras se genera realmente esta informaci�n.

Presidente

159. Gracias. Dra. Wooldridge.

Dra. Wooldridge

160. Estoy de acuerdo en que una de las principales cuestiones que parece que se ha examinado en las comunicaciones por escrito y en las exposiciones orales es la cuesti�n de la evaluaci�n cualitativa frente a la cuantitativa del riesgo. Considero que el intento de cuantificar las evaluaciones del riesgo aclara enormemente las cuestiones. Aclara varias cuestiones. Se�ala sin duda d�nde no se dispone de datos adecuados y, siempre que se sea suficientemente minucioso en la recopilaci�n de los datos que en el momento se consideran los mejores, puede dar una buena orientaci�n acerca del tipo de niveles de probabilidad que podr�a plantear un riesgo. Dicho esto, estoy de acuerdo en que no hay una prescripci�n para realizar un an�lisis cuantitativo del riesgo. Sin embargo, tengo dos grandes preocupaciones en relaci�n con esta evaluaci�n cualitativa del riesgo en concreto, y una de ellas la aplicar�a a las evaluaciones cualitativas del riesgo en general. La cuesti�n que tengo, como ya he dicho, acerca de esta evaluaci�n particular del riesgo es la de la exposici�n. No estoy convencida de que se haya tratado de manera completa y adecuada. Sin embargo, en mi opini�n, si se hubiera abordado completamente, es decir, el cap�tulo general sobre exposici�n se hubiera presentado y examinado con respecto a cada una de las enfermedades concretas y la probabilidad total de radicaci�n, como dije en mis respuestas considero que la probabilidad de radicaci�n probablemente habr�a sido m�s baja en la mayor�a de los casos. Digo "probablemente", porque al no haberlo hecho no puedo estar segura, pero no s� si esto llevar�a necesariamente a un nivel diferente del riesgo evaluado. Ahora bien, lo que estamos tratando aqu� ahora es lo que es aceptable, y podr�a muy bien haberlo sido, y tal vez seguir�a siendo prerrogativa de Australia decidir que ese nivel m�s bajo segu�a siendo inaceptable. Por consiguiente, lo que deseo ver son las evaluaciones del riesgo de la mayor calidad posible, con independencia de lo que se considere que es el nivel aceptable de riesgo, porque se podr�an confundirse las dos, y pienso que corremos el peligro de hacer eso aqu�, y eso significa que uno tiende, en consecuencia, a ser menos claro al evaluar realmente los riesgos. Considero que tal vez exista la preocupaci�n de que si realmente se reduce el riesgo al nivel que realmente se podr�a alcanzar, y parecer�a tan peque�o que posiblemente uno no podr�a justificar la aplicaci�n de ciertas medidas. No obstante, no estoy de acuerdo con eso. Creo que seguir�a siendo prerrogativa de Australia establecer su propio nivel aceptable de riesgo. Simplemente me preocupa el hecho de que el riesgo evaluado no se abordase en la pr�ctica de manera algo m�s completa desde ese punto de vista.

161. El otro problema era la excesiva complejidad de los t�rminos utilizados para especificar efectivamente los niveles cualitativos. En realidad forma parte de la misma cuesti�n. Habr�a preferido ver un intento menos espec�fico de distinci�n. Algo que simplemente dijera que �ste es un riesgo bajo, pero que, no obstante, este riesgo bajo sigue siendo demasiado alto para ajustarse a nuestro nivel aceptable. Desde un punto de vista metodol�gico habr�a quedado satisfecha con esto. Me temo que fue el intento de hacer las cosas demasiado complejas aqu� lo que me ha creado problemas. Soy consciente de que tal vez esto no lo hubiese aclarado necesariamente mucho, pero supongo que lo que estoy tratando de decir es que quiero ver una buena evaluaci�n del riesgo separada de lo que la gente piense que es un nivel aceptable del riesgo, y luego se deb�an examinar ambas. Pero no creo que el intento de ser muy preciso en una evaluaci�n cualitativa sea el camino.

Presidente

162. Muchas gracias. Bien, como ya indiqu� antes, la transcripci�n de esta reuni�n formar� parte del anexo del informe al final del d�a, de manera que todo lo que se ha dicho se reflejar� de esta forma. Sin embargo, si los expertos desean aclarar por escrito o confirmar o elaborar cualquier cosa que hayan dicho, les ruego que lo entreguen a m�s tardar dentro de dos d�as. En otras palabras, el viernes por la ma�ana, de manera que podamos tratarlo antes del final de la reuni�n formal.

Australia

163. En la observaci�n final de la Dra. Wooldridge, menciona, al presentar sus comentarios finales, que hab�a dos puntos que deseaba exponer, uno que era espec�fico de las evaluaciones cualitativas del riesgo, la evaluaci�n del riesgo de 1999 de Australia, y el otro que era una cr�tica m�s general de �stas. Simplemente me preguntaba, �era el segundo punto acerca de los t�rminos complejos, es eso una cr�tica general de ...?

Dra. Wooldridge

164. Lo siento, s�, me refiero, como dije antes, a que no se puede evitar el car�cter subjetivo, no lo creo, cuando se est� haciendo una evaluaci�n cualitativa del riesgo. Y teniendo en cuenta esto, pienso simplemente que es un gran error intentar ser demasiado precisos, demasiado complejos. Creo que si se puede diferenciar entre un riesgo alto, medio, bajo e insignificante, no me parece en realidad que en una evaluaci�n cualitativa se pueda ir m�s all� de eso. Pienso que intentar hacer esto estropea, en mi opini�n arruina completamente, lo que de otra manera podr�a ser un sistema razonable de examinar los riesgos.

Presidente

165. Bien, pienso que hemos concluido con las cuestiones de fondo de la reuni�n. Simplemente me gustar�a hacer a las partes una propuesta de calendario de procedimiento para ver si ser�a adecuado para ellas. Ma�ana por la tarde tenemos programada una reuni�n con las partes y las terceras partes para una sesi�n que podr�a no ser muy larga. Nos preguntamos si tal vez las partes desear�an aprovechar la oportunidad, una vez concluida la sesi�n de las terceras partes, para continuar luego con la reuni�n que hab�amos previsto para el viernes y presentar simplemente las declaraciones formales ma�ana por la tarde, de manera que tengan tiempo despu�s de esto para examinar cu�les van a ser las preguntas que se van a plantear unos a otros. Luego nos reunir�amos el viernes por la ma�ana para abordar esas preguntas. No s� si est�n en condiciones de hacer esto, pero si adelantamos las declaraciones formales al jueves por la tarde se podr�a hacer por lo menos una pausa entre las dos partes de la reuni�n. �Alguna opini�n al respecto?

Canad�

166. Me satisface exponerle en primer lugar las opiniones del Canad�, Sr. Presidente. Preferir�amos presentar nuestra declaraci�n preparada el viernes, una vez que hayamos tenido la oportunidad de examinar totalmente las preguntas que nos ha planteado hoy, adem�s de lo que hemos o�do hoy, y las observaciones de las terceras partes.

Australia

167. Esta ser�a tambi�n la posici�n de Australia. Preferir�amos comenzar el viernes por la ma�ana.

Presidente

168. De acuerdo. Pensamos que podr�amos comenzar probablemente m�s temprano el viernes. S�, veamos esa posibilidad. Sin embargo, el motivo real es que disponemos de un margen de tiempo muy estrecho y tambi�n nosotros necesitamos tiempo para examinar el resultado de la reuni�n en conjunto, de manera que realmente queremos disponer de todo el viernes por la tarde, por lo que desear�amos acabar la sesi�n el viernes por la ma�ana. Las declaraciones formales llevar�n bastante tiempo, pero tal vez podr�amos comenzar un poco antes, por ejemplo a las 9.15 de la ma�ana, �est�n de acuerdo? Bien, es para tratar de completar la sesi�n con las partes por la ma�ana.

169. Muchas gracias, creo que s�lo me queda dejar constancia del agradecimiento del Grupo Especial para los expertos por toda la labor que han realizado y por su muy amable colaboraci�n durante esta tarde. Y muchas gracias por responder con tanta rapidez y de manera tan exhaustiva a todas las preguntas que se les han formulado. Muchas gracias, y con esto creo que se levanta la sesi�n.

ANEXO

LISTA DE LA DELEGACI�N CANADIENSE

Matthew Kronby Jefe de la Delegaci�n
Consejero
Divisi�n de Derecho Mercantil
Departamento de Relaciones Exteriores y Comercio Internacional
 
H�l�ne Belleau Oficial de Pol�tica Comercial
Divisi�n de Obst�culos T�cnicos y Reglamentaci�n
Departamento de Relaciones Exteriores y Comercio Internacional
 
Iola Price Director
Subdivisi�n de Acuicultura y Ciencias Oce�nicas
Pesquer�as y Oc�anos del Canad�
 
Gilles Olivier Jefe
Secci�n de Desarrollo de los Moluscos y Sanidad de los Peces
Subdivisi�n Cient�fica de Pesquer�as y Oc�anos del Canad�
 
Ken Roeske Jefe
Pol�tica Comercial
Pesquer�as y Oc�anos del Canad�
 
Marnie Ascott Analista Comercial
Divisi�n de Asuntos Internacionales
Organismo de Inspecci�n de los Alimentos del Canad�
 
Heather Murphy Auxiliar Jur�dico
Divisi�n de Derecho Comercial
Departamento de Relaciones Exteriores y Comercio Internacional
 
Brendan McGivern Primer Secretario
Misi�n Permanente del Canad� ante las Naciones Unidas y la Organizaci�n Mundial del Comercio
 
Lynn McDonald Tercer Secretario
Misi�n Permanente del Canad� ante las Naciones Unidas y la Organizaci�n Mundial del Comercio

LISTA DE LA DELEGACI�N AUSTRALIANA

Stephen Deady Jefe de la Delegaci�n
Secretario Adjunto, Subdivisi�n de la OMC
Departamento de Relaciones Exteriores y Comercio
 
Joan Hird Directora
Dependencia de Investigaci�n de Diferencias y Observancia
Departamento de Relaciones Exteriores y Comercio
 
Digby Gascoine Director
Divisi�n de Pol�ticas y Asuntos Internacionales
Servicio de Inspecci�n y Cuarentena de Australia
 
Sarah Kahn Directora
Subdivisi�n de Pol�tica de Cuarentena Animal
Servicio de Inspecci�n y Cuarentena de Australia
 
Peter Beers Jefe
Secci�n de Animales Acu�ticos
Subdivisi�n de Pol�tica de Cuarentena Animal
Servicio de Inspecci�n y Cuarentena de Australia
 
Phil Sparkes Ministro y Representante Permanente Adjunto
Misi�n Permanente de Australia ante la OMC
 
Simon Farbenbloom Primer Secretario
Misi�n Permanente de Australia ante la OMC
 
Dara Williams Tercer Secretario
Misi�n Permanente de Australia ante la OMC


ANEXO 2

Procedimientos de trabajo revisados

El Grupo Especial seguir�, en los aspectos pertinentes, los procedimientos generales de trabajo establecidos en el ESD, adaptados a las circunstancias de las presentes actuaciones. En especial:

1. El Grupo Especial se reunir� a puerta cerrada.

2. Las deliberaciones del Grupo Especial y los documentos que se hayan sometido a su consideraci�n tendr�n car�cter confidencial. Se insta a las partes en la diferencia a que, mientras est� en curso el procedimiento del Grupo Especial, no publiquen documentos o hagan declaraciones p�blicas en relaci�n con la diferencia, con la salvedad de lo previsto en el p�rrafo 3 del ap�ndice 3, con arreglo al cual:

"[�] Ninguna de las disposiciones del presente Entendimiento impedir� a una parte en la diferencia hacer p�blicas sus posiciones. Los Miembros considerar�n confidencial la informaci�n facilitada al grupo especial por otro Miembro a la que �ste haya atribuido tal car�cter. Cuando una parte en la diferencia facilite una versi�n confidencial de sus comunicaciones escritas al grupo especial, tambi�n facilitar�, a petici�n de cualquier Miembro, un resumen no confidencial de la informaci�n contenida en esas comunicaciones que pueda hacerse p�blico."

3. Se prev� que, antes de celebrarse la reuni�n sustantiva del Grupo Especial con las partes, las dos partes en la diferencia presenten comunicaciones escritas y, posteriormente, escritos de r�plica, en los que expongan, respectivamente, los hechos del caso, sus argumentos y los argumentos que formulen en contestaci�n a los expuestos por la parte contraria.

4. En su reuni�n sustantiva con las partes, el Grupo Especial pedir� en primer lugar al Canad� que exponga sus opiniones. Posteriormente, pero siempre en la misma reuni�n, pedir� a Australia que presente su opini�n al respecto.

5. Las partes presentar�n todos los testimonios t�cnicos y cient�ficos al Grupo Especial a m�s tardar en sus escritos de r�plica, salvo en caso de que los faciliten en respuesta a preguntas posteriores del Grupo Especial. Podr�n concederse excepciones a esta forma de proceder cuando se demuestre la existencia de una causa justificada. En tal caso, se conceder� a la parte contraria un plazo para formular observaciones, seg�n proceda.

6. En inter�s de una total transparencia, las exposiciones, las r�plicas y las declaraciones se har�n en presencia de ambas partes.

7. Ambas partes deber�n presentar una copia en disquete (en el sistema Word u otro an�logo) juntamente con la versi�n impresa (10 ejemplares) de sus comunicaciones en la fecha fijada.

8. Las comunicaciones y r�plicas escritas se presentar�n a las 17 h a m�s tardar del d�a fijado para ello (excepto si se trata de un viernes, en cuyo caso los documentos han de entregarse a m�s tardar a las 12 h), con el fin de que se disponga de tiempo para poder distribuirlas a los miembros del Grupo Especial ese mismo d�a. Adem�s, cada una de las partes pondr� a disposici�n de la otra, en el mismo momento en que las presente al Grupo Especial, sus comunicaciones escritas, ya se trate de las primeras comunicaciones o de los escritos de r�plica (y, en su caso, las respuestas a preguntas formuladas por el Grupo Especial).

9. El �nico idioma de trabajo para las comunicaciones y la reuni�n con las partes ser� el ingl�s.

10. En caso necesario, el Grupo Especial formular� preguntas a las partes para aclarar cualquier punto que no haya quedado claro. Las respuestas a esas preguntas se presentar�n por escrito en la fecha fijada por el Grupo Especial.

11. Todos los documentos que se presenten ser�n concisos, tendr�n la mayor brevedad posible y se limitar�n a la �nica cuesti�n pertinente a este procedimiento concreto: el cumplimiento.

12. Con el fin de facilitar en la medida de lo posible la redacci�n del informe en el plazo sumamente breve de que dispone el Grupo Especial, se pide a las partes que presenten un resumen de sus comunicaciones y escritos de r�plica.

13. Las partes en el presente procedimiento tienen derecho a establecer la composici�n de sus delegaciones, de las que podr�n formar parte abogados y asesores privados. Las partes ser�n plenamente responsables de todos los miembros de su delegaci�n y se asegurar�n de que tanto todos los miembros de la delegaci�n, como cualesquiera otros asesores consultados por ellas, act�en de conformidad con las normas del ESD y con los procedimientos de trabajo del presente Grupo Especial, especialmente en lo que concierne al car�cter confidencial de las actuaciones.

ASESORAMIENTO DE EXPERTOS

14. El Grupo Especial recabar� el asesoramiento t�cnico y cient�fico de expertos. Habida cuenta del breve plazo disponible para las actuaciones, el Grupo Especial, tras celebrar consultas con las partes, ha procedido ya en un momento anterior del procedimiento a elegir a las tres personas siguientes: los Dres. Gideon Br�ckner, James Winton y Marion Wooldridge. El Grupo Especial podr�a considerar procedente, especialmente en funci�n de las cuestiones planteadas en las comunicaciones de las partes, recabar asesoramiento de otras personas. En tal caso, se dar� a las partes oportunidad de dar a conocer cualquier objeci�n con respecto a candidatos concretos antes de que el Grupo Especial finalice su proceso de selecci�n de otros expertos.

15. El Grupo Especial preparar� preguntas espec�ficas para los expertos. Las partes tendr�n oportunidad de exponer sus observaciones sobre las preguntas propuestas y de sugerir otras preguntas, antes de que las preguntas se hayan enviado a los expertos.

16. Se facilitar�n a los expertos, con car�cter confidencial, todas las partes pertinentes de las comunicaciones de las partes.

17. Se pedir� a los expertos que faciliten sus respuestas por escrito; se proporcionar� a las partes copia de las respuestas. Las partes tendr�n oportunidad de formular observaciones sobre las respuestas de los expertos.

18. Antes de la reuni�n con las partes se celebrar� una reuni�n con los expertos. Se invitar� a las partes a asistir a la reuni�n con los expertos y se les dar� oportunidad de formular inmediatamente observaciones sobre las declaraciones de �stos.

TRATAMIENTO DE LA INFORMACI�N A LA QUE SE HAYA ATRIBUIDO EL CAR�CTER DE INFORMACI�N CONFIDENCIAL

19. No se har� p�blica en el informe del Grupo Especial informaci�n a la que la parte que la haya presentado haya atribuido car�cter confidencial y que no sea por otro concepto de dominio p�blico. No obstante, el Grupo Especial podr� exponer conclusiones extra�das de esa informaci�n sin hacer referencia al autor de la misma.

20. Despu�s de la distribuci�n del informe del Grupo Especial, o, en caso de apelaci�n, despu�s de la distribuci�n del informe del �rgano de Apelaci�n, el Grupo Especial, el personal de la Secretar�a, las partes y los terceros devolver�n a la parte que la haya presentado la informaci�n a la que dicha parte haya atribuido car�cter confidencial, a no ser que �sta convenga en lo contrario.

El Grupo Especial podr� modificar en cualquier momento los presentes procedimientos de trabajo. En tal caso, celebrar� consultas con las partes e informar� a �stas inmediatamente de los cambios.

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